Latinoamérica como prioridad con Richard Villegas
Con el paso de los años, he aprendido a valorar mucho más quién está detrás de la escena musical. En lo particular, gravito hacia la escritura. Creo que es esa admiración que se genera, de mi parte, al leer un texto articulado que logra transmitir emoción. Es ese sentido de identificación, seguramente. Es como si buscara una reciprocidad en contenido que no pensé que tendría un espacio siquiera. ¿Espacio en medios independientes reconocidos de habla hispana? Impensable. Entra Richard Villegas a escena.
Hay que leer poco de lo que escribe para entender a dónde quiere llegar. Leí por ahí que le dicen el ‘Anthony Bourdain del Indie‘, y es una buena manera de resumir sus intenciones. La necesidad de compartir música independiente latinoamericana le obligó a crear un medio propio, Songmess. Está buscando llenar un vacío que dejaron los medios que él consumía.
El tono es genuino, sin pretensiones, como él. En esta saturación de medios de comunicación en la que nos encontramos hoy en día, son estas características las que hacen que conecte con su audiencia. Richard entiende que la historia no es acerca de él. Su función aquí es compartir.
Escuché de él, por primera vez, en el 2019, cuando estaba trabajando con Dinosaur 88. La banda fue a realizar una gira, muy pequeña, a México y le conocieron ahí. Sin esperar nada a cambio, Richard compartió una lista de contactos para que la banda pudiera sacar el máximo provecho al viaje programado a SXSW. No pensé posible que alguien, en esta industria, pudiera actuar de manera desinteresada. Mucho tardé en contactarle para tener una plática con él.
Fresco de sus vacaciones por la Península de Yucatán, platicamos acerca de cómo dejó de ser fan y se convirtió en alguien que trabaja en la industria que admira, por qué decidió migrar a México, cómo nace ese amor por la música independiente hecha en latinoamérica, qué hace que decida abrir un mail y el endgame de todo este esfuerzo.
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No sé cuántos DMs tenés al día. ¿Cómo hacés el filtro, siquiera?
Los leo todos. No recibo tantos, es decir, sí lo hago (risas) pero estoy tratando de romper la cultura del DM. Me llegan, por ejemplo, cinco al día y cuatro de esos son ‘oye, escucha mi banda, el nuevo sencillo, etc’. Sí reviso. Si es relativamente reciente, lo agrego a la playlist de Songmess. Ya cuando les contesto, les mando el link de la playlist, para que lo compartan. Agradezco el mensaje, y pido me contacten, a la próxima, al correo.
Aunque el correo siempre está disponible, no todo el mundo busca. No todos quieren hacer un correo. Ya la segunda vez que me escriben, los remito directo al correo. Estoy tratando de romper estos ciclos. Yo siempre feliz que alguien esté interesado en mi proyecto.
No es que dejés que ser fan. ¿Cómo pasás de ser observador y dás ese paso tan anhelado para formar parte de la escena que consumís?
Es algo que siempre le digo a todo el mundo: una escena no nace por generación espontánea. Tienes que participar sino, no sucede o deja de existir. Acabo de regresar de la Península de Yucatán, y me decían, ‘aquí había una escena muy buena de indie, punk, pero la gente no salía. Las bandas desaparecieron.’ ¿Para quién estaban tocando? Algunos consiguieron trabajos de 9-5. Esto es lo que mucha gente no entiende; se dice ‘es que aquí no hay nada’, pero si no sales, no hay nada. Yo empecé participando, saliendo como fan. Poco a poco, hasta que la editora de Remezcla me dijo, ‘oye, pues siempre estás aquí, siempre estás hablando estas cosas, ¿te gustaría escribir para nosotros?’
Entiendo que no tuviste una recibiste una educación formal en periodismo musical.
No, en definitiva. No tengo formación, me atrevería a decir que la mayoría de mis colegas tampoco lo son. Algunos sí han estudiado letra, redacción, ficción. Otros, simplemente, terminamos acá. Yo ni siquiera terminé la universidad. Tuve la oportunidad de irme a Sudamérica en vez de seguir tomando dos clases por semestre. Dejé mi vida universitaria por completo. En los Estados Unidos es carísimo y no me daban los préstamos.
Tal vez por eso no tengo tanta facilidad cuando escribo. Son un escritor muy lento, he sido inseguro con mi redacción. Eso me obliga a pasar más tiempo editando. Es de, ‘esta oración no suena bien, y es quitarle un *que’. Recuerdo la primera vez que conocí a mi editora de Remezcla, Isabelia Herrera, en ese entonces, y me dice, ‘¿tú eres Richard? Me encanta tu trabajo porque casi no lo tengo que editar’. Y para mí, ese es el piropo.
Con tanto tiempo en esto, ¿te considerás escritor?
Sí, sí, ya digo. Debería de estar escribiendo la introducción de un libro, ahora mismo, pero ya sabes. Ya llegaremos a eso.
¿Cómo sé que estoy leyendo algo hecho por vos?
Definitivamente, mi estilo, como escritor, lo tenía mucho más marcado cuando empecé. Yo creo que la ignorancia nos lleva a la innovación. Yo solo sabía escribir como hablaba. Antes de empezar en esto, tenía un background más de vida nocturna. Escribía en ese lenguaje, más cotorro, más casual. Usaba más imágenes, era muy visual con mis metáforas. Conforme he empezado a profesionalizarme, he estandarizado.
A veces me duele un poco, el perder un poco mi voz ahí. Creo que ahora sabrías que es mío por la temática. Si es algo muy, muy indie, muy extraño, obviamente va a ser latinoamericano. De vez en cuando, algo de España.
Tenés un acento americano. Naciste en Nueva York, pero creciste en República Dominicana. Viviste en Sudamérica un par de años y estás en México ahora. ¿Por qué México?
Cuando me fui de Estados Unidos, marzo del 2018, lo hice de backpacker. Visité partes de Estados Unidos, poco he viajado, a pesar de ser de ahí. Viajé al Caribe, conocí al sur de México, pasé por Centroamérica. Se me estaba empezando a acabar el dinero. Escribo para medios norteamericanos, me pagan en dólares. En México, el dólar se extiende más. Esa fue parte de la decisión.
Mi énfasis está en la música latinoamericana, y el epicentro está ahí, México.
Bandas de toda la región quieren venir a ganar público aquí. Artistas de Estados Unidos, Europa; es fascinante ver a los españoles, que muchas veces tratan a los latinos de menos, pero vienen y tratan de hacer público porque saben que México es el mercado. El ideal, además.
Es una buena decisión, honestamente. Pasa de todo en México, sí se invierte en cultura. Hablo de festivales, también la parte indie.
Siendo de Nueva York, este es el único lugar en que me he sentido de la misma manera. Allá yo no iba a tantos shows, realmente. Me metí tanto en la música latinoamericana que dejé de escuchar lo que estaba pasando en inglés. Hoy tiene que ser algo muy grande para entrar a mi atmósfera, alguien como Lady Gaga, Beyoncé. En Nueva York hay algo que hacer todos los días. Cuando viví en Chile, no era tan así. En Dominicana, definitivamente, no era así. En México, sí. Un miércoles jueves cualquiera, hay 2-3 shows, interesantes. Había veces en donde no sabía qué elegir porque quería ir a todo. Eso me encanta. Por fin estoy en mi elemento. Cuando hablo de bandas o ciertos artistas, la gente no me mira como si estuviera loco.
Estas encontrando esa reciprocidad que tu ‘yo’ de 14 años quería.
Olvídate, no el de 14 sino el de 24. En Nueva York nadie sabía de qué estaba hablando. Ni mis colegas. En Remezcla me preguntaban cómo encontraba contenido. Y no sé, yo iba a shows, como NRMAL en Monterrey. Me tomo tres cervezas y empiezo a hablar con todo el mundo y salgo de ahí con un montón de contactos. Empecé así (risas).
Los guatemaltecos no somos así, creo que somos más penosos, generalizando. Es como si nos diera pudor decir que somos fanáticos de algo, alguien en voz audible. Vos, no.
Totalmente. Antes de esto, estuve muchos años en la vida nocturna. Mis amigos eran DJs, drag queens, promotores. Yo iba a los shows, empezaba a dar las vueltas y a conocer gente. Es un tip que aprendí de ‘Party Monster’, la película. Están hablando estos club kids y el más nuevo quiere ser como ellos. Lo primero que le dicen es ‘4 veces a la semana, sal a las fiestas, saluda a todos y en dos meses te van a conocer’. Es algo que empecé a aplicar. Cuando voy a un show y no conozco a nadie, si estoy fuera del país o la ciudad, hago el esfuerzo y platico. Yo veo el indie como una comunidad. Si no nos estamos hablando, no vamos a salir adelante.
Te has dedicado, activamente, a buscar nuevas propuestas de habla hispana. ¿Por qué? ¿Cuál es el appeal?
Me crié en español. Viví en República Dominicana 14 años. Ahí hice la escuela. Sí tengo un contexto latinoamericano. No es tanto por el idioma, es más por un contexto social y socio-político. Aunque escribo de artistas latinos, latinx, para mí hay un disconnect. En Estados Unidos, la gente piensa que por tener algo de color, alguna etnicidad que no sea blanca, inmediatamente dejar de ser americanos.
Esa no es la realidad. Muchas veces, este público o artistas latinos, al fin y al cabo, siempre son americanos. Me cambió el chip. Yo era esa persona, lo admito. Cuando viví en Chile, estuve desde el 2010 hasta finales del 2011. Llegué cuando estaba el boom del indie chileno. Vi a Javiera Mena, Denver. El gringo, en mi cabeza, dijo ‘meh, está bien, pero ¿cuándo sale la banda que vine a ver?’

Cuando me fui de Sudamérica, recuerdo que me pegó una nostalgia muy fuerte, una depresión grande. Un amigo me había regalado ‘Música, Gramática, Gimnasia’ de Denver. Muriéndome por un saborcito de Chile, lo puse, lo escuché. ¡Me voló la cabeza! Inaudito.Yo recordaba esa banda, haberles visto en vivo. Pero, ¿de que sonara a todo lo que estaba escuchando en inglés, y que no les diera oportunidad por no cantar en inglés? Me vi la cara de colonizado, tan fuerte.
Muchas cosas empezaron a cambiar. Ahí nació esta pasión por lo latinoamericano. Cuando empecé a salir, me dio mucho por viajar a festivales y me conocían como ‘the festival guy’. Fui a NRMAL, en el 2013, antes que lo movieran a la Ciudad de México. Recuerdo muy claramente, se subían estas bandas de chicos blancos de Chicago, Los Angeles, Austin, y era de ‘hey, we’re blah blah, 1, 2, 3, 4, hacen el set, ok, gracias’ y se bajaban del escenario. Llegaba una banda de Costa Rica, Colombia, y era de ‘no podemos creer que estamos aquí, estamos en NRMAL, estamos en México, qué locura, esto es increíble, muchas gracias por venir, hay 200 personas, nunca hemos tocado para tanta gente’.
Es esa apreciación. Ahí fue donde entendí que había una escena, un movimiento que no recibe mucha luz. Poco a poco esto empezó a dar significado a mi trabajo.
Sí, y que hay muchos medios consolidados que se enfocan en artistas comerciales, globales y es un copy y pega del press kit. No hay un valor en el descubrimiento.
Me quedan claras dos cosas. Los millonarios ya tienen sus millones. Yo no tengo por qué estar aportando más ahí. Me encanta Bad Bunny, Shakira, pero ellos nunca se van a enterar que escribí de su música, no me van a a dar el retweet. Si les llegan 200 seguidores nuevos por mí, no les importa mucho. Sus fans hacen ese trabajo. Yo hacer eso por un artista independiente, por una banda punk de Guatemala, un productor de ambient venezolano, sí. Imagina si les llegan 100 seguidores nuevos, 100 plays, sí significa algo.
Con medios, específicamente, en latino américa no hay presupuesto. Yo no hago bien mi trabajo por ser un superhéroe, lo hago porque me pagan. Sí tengo que hacerlas de vendedor para convencer y así escribir de cosas raras e indie. En latinoamérica, muchas veces se trabaja con internos. Están trabajando porque les dan canjes, entonces es de ‘déjame que saco esto lo antes posible’. No les están pagando. Es triste, pero entiendo.
Siempre he querido entender por qué seguimos creyendo que Estados Unidos es lo mejor que nos puede pasar cuando hay mercados como Brasil, Argentina, Colombia, México.
Eso es algo que me la paso hablando. Hoy retweeteé algo, alguien puso que ‘todos los artistas independientes de todo el mundo deberían de aliarse y colaborar’ y es de, literal, siempre estoy teniendo estas conversaciones con artistas de latinoamérica. La aspiración siempre es el Norte, llegar a Estados Unidos, ir a Europa, probar suerte allá. No se piensa en ir y hacer una gira a Mexico. Ahí sí hay un público que te va a reconocer y puede llegar a generar ingresos.
En Estados Unidos no pagan. Me consta. Recuerdo que una artista chilena tenía contactos en Nueva York y quería hacer un tour. Le consiguieron los venues, pero no le iban a pagar por tocar. Ella dijo, ‘fuck that’, y vino a México a hacer una gira. No se hizo millonaria, pero hizo público.
No regresó endeudada.
¡Ajá! Es algo, es mejor. Es colonialismo. Estos artistas no son apreciados en sus propias escenas. Me decía un amigo hondureño, Wilmer Murillo, uno de los co-fundadores de un sello llamado ‘Templo Animal’ y es puro ambient con productores de latinoamérica. Son los raros de los raros. Él critica que la aspiración siempre ha sido de ‘queremos ir a tocar a Berlín , pero ¿cuándo has escuchado a un alemán decir que quiere ir a tocar a Honduras?’ nunca lo vas a escuchar. Fundó el sello por esta razón.
Son dinámicas completamente distintas. Nosotros siempre mirando al Norte, pero no nos ve de vuelta, mejor empezar a generar alianzas. Esto es algo que siempre le digo a los amigos artistas de Centroamérica: ya hay gestores fuertes ahí. Las ciudades están a 4-6 horas. Obviamente, sí hay escenarios políticos a considerar, pero se pueden armar circuitos.
Para mí, el problema real es que nadie quiere pagar por ello. En Centroamérica, partimos del principio que el arte es gratis. Te pagan dando el espacio, nada más. No se puede vivir así, no es sostenible.
Claro.
¿Por qué no buscar estas micro-escenas?
Definitivamente, el colonialismo y malinchismo existen. Esto no responde a la pregunta en su totalidad. El factor económico siempre es una razón. En gran parte de latinoamérica están acostumbrados a no pagar por el arte, a no pagar por un show. Los amigos de El Salvador me dicen que no se puede poner un show a más de US$3 porque no llega nadie. Esto equivale a 60 pesos mexicanos. Aquí el mínimo para un show son 50 pesos.
Esto algo muy a la larga. Hay que generar esta cultura. La cosa está apretada en todos lados. Los amigos mexicanos punks e indie no tienen un dineral en el bolsillo, pero sí ponen sus prioridades ahí. No hay indignación por pagar por esto. El factor económico, para estas bandas, en donde nadie les quiere pagar para ver, buscan migrar a Estados Unidos, Europa. Prueban suerte con Bandcamp para que compren su disco también. Esto no quiere decir que se den por vencidos.
Es importante tratar de generar público local. Si cantas en español, y estás tratando de venderlo a Estados Unidos, tal vez no te vaya tan bien. Al contrario, si estás haciendo música en inglés, en Guatemala, tal vez, no conectes del todo. Necesitas considerar quién es tu público.
Entiendo que en latinoamérica la música tradicional todavía tiene mucha fuerza; más allá de la música, los medios favorecen esto. En la radio, son dinosaurios de 60-70 años, y todo bien. No existen estos medios especializados. Hay ciertos lugares en donde la ley, en Chile, por ejemplo, el 50% de la radio debería de ser un artista nacional.
Aquí también existe, pero creo que es el 1% y te suenas a las 3 AM.
Ahí está (risas). De nuevo, todo es un negocio, pero hay que encontrar ese balance. Me consta que no es en todos lados. Tengo un amigo que tiene un festival en Ecuador, y me dice ‘si nosotros no ponemos un artista nacional como headliner, la gente no llega porque aquí somos muy orgullosos. El talento nacional se enaltece’. Y sí, wow. No es común escuchar esto. Sí hay maneras. Yo no culpo a los artistas, tanto, aunque sí traen un poco de carga. Nosotros como gestores, como público, tenemos una responsabilidad de cultivar esto que nos gusta.
¿Qué sabés de la escena guatemalteca indie?
Conozco, sí. Estos últimos años he estado pasando mucho tiempo en Centroamérica. El año pasado pasé dos semanas en El Salvador y Honduras. Esta camiseta que tengo puesta es de Boreal Scala, es de una banda hondureña. Visité Guatemala en 2018 y no conocía tanto, en ese entonces. No estaba tan clavado como ahora.
Sí me siento un poco Neo en la matriz. Obviamente, Mabe Fratti, ella está acá. Los Tiros, Dinosaur 88, YECTO. Sé que hay una escena de punk. WEEDMACKER, Zaki, Rebeca Lane, ícono, es amiga, la quiero mucho. Sí ubico, pero no lo suficiente.
¿A quién le preguntás si querés saber a qué suena este país?
Tiendo a buscar, lo más seguro, contigo (risas). En Songmess, cuando viajo, hago series de entrevistas muy amplias. Literalmente, acabo de regresar de la Península Yucateca, hice 15 entrevistas y tengo 3-4 más que haré a la distancia. Esto es una idea para retratar diferentes escenas, movimientos. Me gusta empezar esto con algún gestor o gestora, periodista, que me puedan hablar desde un punto mucho más imparcial.
Nadie es imparcial, pero que me puedan dar una vista que no sea enfocada en una única escena. Cuando fui a Costa Rica, hablé con Carlos Soto, periodista. Él me trajo indie, electrónica, trap. Ese fue el punto de entrada. Sería algo así, y de ahí ver a qué suena.
Me he dado cuenta que en Centroamérica, cada escena tiene sus peculiaridades. Hay de todo. En todas vas a encontrar hip-hop, rap, electrónica, pero hay algunas en donde algo destaca más. En El Salvador, para mí, lo más interesante ahora mismo es el rap, trap. Hay una infinidad de bandas de rock, pero todas suenan a algo que salió en el ‘95. En Honduras, la música electrónica está vigente. Salí emocionado de ahí con las propuestas que escuché. Costa Rica, muy definido con el garage. Hay tremendo movimiento electrónico, mucho ambient también. De Guatemala, aunque aún no ubico bien, entiendo que hay buen trap y punk. Por ahí me metería, lo más seguro.
Lo cotidiano me atrae. Contame cómo es un día tuyo. ¿Cuál es tu rutina?
Es muy extraña mi rutina. Me llevo mucho de mi mood. Hay veces que me levanté con el pie izquierdo y no salgo de la cama. Y ese es el día. No me gusta, pero es la realidad. Un día normal, fuera de esto que estamos viviendo, me levanto y veo redes, por si las moscas. Por si alguien me canceló o lo que sea. Veo si tengo algo de mis editores porque siempre tengo correos de bandas, pero eso es en otro tiempo del día. Mis editores me pagan, así que son prioridad.
Lo más bonito del freelance es que no pongo alarmas. Me levanto cuando me levanto. Por eso ves esta cara fresca. Cuando termino de revisar correos es medio día. Cocino, almuerzo. De ahí veo qué tengo lograr hoy, si es una nota, editar el nuevo episodio de Songmess, contestar correos. Muchas veces voy a trabajar a un café. Me dá un poquito de pereza trabajar en casa. Lo hago, pero me distraigo fácilmente.
Me obligo a salir porque mi mentalidad dice que si estoy pagando por un café, necesito generar para justificarlo. El café cierra a las 10 PM, trabajo hasta las 9 PM. Mi trabajo también son las redes sociales de Songmess. Hasta decir tonterías en Twitter, eso es expandir la marca. Armar entrevistas, hacerlas. Y ya llegando a casa, a descansar.
Esto de las 15 entrevistas fue por aprovechar la región. Pero, no es de todos los días. No hago tantas al día. Sí tengo que escribir, de vez en cuando. Estoy trabajando en la introducción del libro de un amigo, el prólogo. Estoy trabajando una nota acerca del indie en Yucatán.
¿A qué le decís que no? ¿Cómo decís que no te interesa trabajar con alguien?
Ok (risas). Songmess nace de la necesidad de hablar de ciertos chismes, escribir de música de la cuál no me dejaban escribir. Enfocándome en el indie, es difícil vender esto a medios más grandes. Cuando escribía para Rolling Stone, muchas veces me dijeron que era muy pequeño. I get it. Triste, pero uno hace lo que puede. Beverly Ryan, mi mentora en medios y co-fundadora de Songmess. La conocí en NRMAL, por el 2015. Ella y yo siempre que nos juntábamos para platicar era de música. Nos pareció una buena oportunidad, para armar algo nuevo y nuestro.
En ese entonces, Club Fonograma, que era un medio legendario para el indie, dejó de existir. El otro medio que seguía fielmente, Alt Latino, un podcast de NPR, para esas fechas, Jasmine Garsd, la que traía las propuestas más alternativas, dejó el show. Le salió una nueva oportunidad, en la BBC creo, le fue muy bien. Se fue. Quedó Félix Contreras.
Nace de la necesidad de llenar ese vacío y dar espacio a voces nuevas. Me he posicionado para recibir propuestas, pero ya es abrumador. Es mucho contenido que recibo. Trato de escuchar lo más posible, no puedo decir que lo escucho todo. Si es un artista grande, mainstream, casi nunca lo escucho. El disco de Nathy Peluso lo tuve meses, pero no lo escuché. A lo que siempre le doy prioridad es cuando un artista me escribe directamente.
Me llegan muchos mensajes de publicistas, managers, sellos. Los leo, llego a ellos y si es algo que me interesa, lo escucho. No siempre respondo. Cuando un artista hace el esfuerzo, sí. Para mí, no cuesta mucho enviar un correo. Hay mucha gente que toma mucho tiempo para encontrar el valor y escribir ese correo. A esas personas siempre les respondo. No siempre puedo dar el espacio, pero respondo.
No sé qué tanto valor tenga dar una crítica negativa a una banda que recién está empezando. Eso es bullying. Puedo dar una crítica y hacer comentario, ‘me gustaría ver esto más adelante, considera cómo se escucha esto’. Yo no soy músico, yo soy fan.
Soy el fan al que le pagan por dar su opinión. Estoy en una posición muy privilegiada.
Trato de no pasarme, de no dar opiniones desmesuradas. En redes sí tiro bombitas. Esto de la industria musical no viene con una guía, mucho menos reglas. Hay veces que tiro de ‘dejen de taggearme en su nuevo lanzamiento, manden un correo’. Nadie te educa en esto, te toca aprender de tus errores. Yo prefiero dar las herramientas.
¿Qué hace que querrás abrir un mail?
Lo abro todo, sí. No leo todas la notas de prensa. Hay veces que me mandan un wiki, y no es por ahí. Dame el nombre del artista, el lanzamiento, la fecha y link. Las cosas que me interesan son las que proponen algo o que vienen de lugares que no conozco. Si alguien de Guatemala me escribe, ya te nombré a algunos, pero como mi conocimiento del indie ahí es limitado, automáticamente me atrae. Si es una propuesta sonora distinta, tipo ‘estoy mezclando cumbia con industrial’, ok. Aunque sea le vamos a dar play, ya después vemos si me gusta. Si vamos a hablar de cobertura, de una manera más oficial, me tiene que gustar y eso depende de muchos factores. Hablamos de las letras, sonido.
¿Cómo encontrás tiempo para escuchar todo lo que te mandan? ¿Cuándo decidís buscar música por tu lado, sin recomendaciones?
No escucho todo. Escucho con lo que creo que sí voy a poder trabajar. La playlist de Songmess está diseñada para dar un espacio a todo el mundo. Existe Songmess como podcast y está la playlist en Spotify. En esa playlist sí encuentras música nueva de habla hispana, entras, seas mainstream o indie. Yo no tengo tiempo para escuchar todo. De que me llega lo nuevo de Bomba Estéreo, no voy a correr a darle click. No es a lo primero que voy a correr. No es tan abrumador como se cree. Sí hago mi mejor esfuerzo, pero no es posible todo.
¿Lo mío propio? No sé qué tanto de lo que escucho se mezcla en mis favoritas. No es que no me guste. Si entras a mi Spotify, hay música hispana, mucha de Brasil. Muchas cosas viejitas también. Tengo mis gustos y sesgos, y trato de separar los criterios.
Quiero entender la parte del negocio. ¿Cómo monetizás esto? ¿Cómo definís una tarifa, siquiera?
Songmess es un gasto y está bien. Y la manera en que he logrado justificarlo, a mí mismo y a mi mamá (risas), es que el uno me abre la puerta del otro. Así lo veo. Songmess es mío y tengo control total. Doy espacio a lo que quiero. Que ahora saldrán 15 entrevistas, tan diversas, eso no es que los demás se mueran por escuchar, todavía. Eso estamos intentando cambiar.
Esto me hace un semi-experto, y ya puedo hacer una propuesta formal a uno de mis medios. Estoy haciendo una nota, para Bandcamp, de la escena en Yucatán. Con lo que hago en medios, mi reputación crece. Me invitan a conversatorios. Se abren puertas. En el 2020 me habían invitado a Miami, Ecuador y Chile. Me encantaría que se pudiera monetizar. Tengo merch, pero no pago el hosting con esto. Como es tan indie, tan freak, no creo que sea monetizable en un buen tiempo.
Para mí, es una pregunta válida. Esto es algo que haríamos de gratis, pero que nos paguen para hablar de lo que nos gusta. Ganar reputación con esta cantidad de competencia es complicado.
Totalmente. Hay un montón de blogs, ¿qué hace el tuyo distinto? Ahí tienes que empezar a hacer otras cosas. A mí me consta que en latinoamérica, una gran cantidad, no se habla del talento nacional. En cualquier país se cubre a Estados Unidos, Asia inclusive. Latinoamérica no existe en estos medios, a menos que generes el tráfico de alguien grande. ¿Cómo innovas? Hay mucho que se puede hacer.
Tengo un amigo aquí, Bring My Noise es su blog. La gente le pregunta por qué escribe de tantas bandas mexicanas, y el así de ‘somos un medio mexicano’ (risas). ¿Por qué escribes de una banda de Chile? Nuestros lectores escuchan música en español. Hay que cuestionar el contenido que se genera.
Es un trabajo que no viene agradecido. Los fans quieren lo que conocen. La gente no está interesada en descubrir nueva música. Las redes sociales, las playlists han matado ese sentimiento de curiosidad, esa hambre por lo nuevo. Es difícil. La gente quiere pop, nombres reconocidos. Es un monopolio.
Yo te veo como una persona que busca generar conexiones, crear vínculos en los lugares menos esperados. ¿Cuál es el endgame?
Sí hay un masterplan. No está muy claro ni específico, pero sí que lo hay. Con esto que está pasando, mientras más hago mi trabajo, más lo defino. Lo que más estoy buscando es maneras de darle plataformas al indie en latinoamérica. El público masivo no está tan interesado en algo nuevo. El reggaetón es muy interesante porque sí lo han logrado, de una manera muy masiva. Nuestras mamás y abuelitas reconocen ‘Despacito’. El reggaetón ha logrado cambiar la mentalidad, pero mi fin aquí es generar comunidad.
Me gusta armar lazos. Soy buen escritor, pero mejor en el networking. Ahora que estaba en el sureste mexicano, me hablaban que era la primera vez que personas me hablaban de Centroamérica, como una región que existe. En el norte de México, no tienen ni idea. Recuerdo que en El Salvador, el años pasado, me miraban tipo, ¿hay música allá? Y sí quieren venir, viceversa. Yo les doy esos contactos para que una banda guatemalteca venga a la Ciudad de México y no tenga que pagar hotel, que se puedan quedar con amigos.
Que cuando uno toma un viaje, no sea solamente de tocar y salir. Hay que buscar entrevistas, featurings. Este networking es mi endgame. No creo ser periodista para siempre. Mi sueño de sueños que Songmess sea más grande, maximizar la plataforma para lo indie. Ayer, en Twitter, me siguió Anthony Fandango, un crítico de música reconocido. Yo no me muero porque me retuitee, pero ¿si el reseña a Las Robertas? Gané. Eso es lo que vine a hacer. Así lo trato de pensar. La historia no es acerca de mí, yo trato de compartir.
No es un camino recompensado, es difícil. Ahora mismo, me siento como Roberto Carlos y tengo un millón de amigos. Me consta que esta gente que son mis amigos quieren que escriba de ellos y todo bien, pero puedo aterrizar en cualquier ciudad capital del continente, mañana, y tengo un sofá en dónde quedarme y con quién tomar una cheve.
Ese es el sueño, me cachás.
¡Ese es el sueño! Puedo llegar a Managua, mañana, puedo llegar a La Paz, Quito, y tengo con quien quedar y tomarme una chela. Are you kidding me? En Cuba, Dominicana.
Podés llegar y hablar de musica, no lo puedo creer.
Y descubrir un montón de cosas, que la gente te quiere conocer. Yo tuiteé que iba al sureste, y mucha gente me escribió preguntando si necesitaba algo, que qué bandas. Eso me facilita el trabajo. Mi nuevo proyecto es poder llegar a Brasil. Sí he entrevistado a artistas de allá, pero no hablo portugués. Me gustaría hacer conexión ahí. Es fascinante. Es un mercado enorme. Si entrevisto a alguien relativamente ok, es un alcance más amplio. Poco a poco.
¿Qué estás escuchando?
El último EP de María y José me gustó mucho, se llama ‘Mala Hierba’. El disco de Edgar Mondragón, muy bueno. Ambient, pero cuestiona los límites del género. El disco de MULA me ha encantado, ‘MUNDOS’. El disco de Róisín Murphy me pareció fenomenal, el de Lido Pimienta tampoco lo he soltado. Siempre mucha música viejita, me encanta el disco, Pointer Sisters, Donna Summer. El ‘Chromatica’ de Lady Gaga me tiene loco.
¿Escuchaste el último de Jessie Ware?
Claro, claro, discazo. Unos amigos de El Salvador me invitaron a hacer Tops de fin de año, y mi número uno fue ‘Miss Colombia’ de Lido Pimienta y el 2 fue el de Jessie Ware. La dulce ironía del 2020 fue hacer música así sin poder salir. Sí es mi género favorito, y no lo puedo ir a bailar. Bad Bunny saca tres discos y no se puede perrear.
Si estás enfrente de una puerta, tocás el timbre, ¿quién te abre?
David Bowie, ese es mi papá. Él fue el primer freak, nos enseñó a los raros a ser raros. Bowie tiene un significado que trasciende. En Dominicana me decían ‘tienes que ser el raro, tienes que ser el único’ y yo, ¿es malo? Creo que me estaban diciendo gay. Siempre fue así, el clásico cliché de no encajo. Sentí que encajaba en el mundo de las drags. Nunca fui travesti. Me pinto, me produzco y demás, pero no fui drag, como tal. Pero, sí entendían esta manera de ser.
Para muchas de mis amigas, el referente siempre fue Bowie. Siempre me quise vestir como él. Tengo un jumpsuit que me mandé a hacer para verme como la portada de Stardust. Tengo un tatuaje de cuando murió. Lo que me encanta es que si le pongo la música que yo escucho, sé que le interesaría. Él y David Byrne son de los pocos que tienen esa cualidad, no se espantan porque es otra cultura, otro idioma. Preguntan qué es el arte y lo que tratan de decir.
No dudo que tengan sus pretensiones. No soy de esas personas que espera que su ícono sea un santo, me parece ridícula esa perspectiva. Pero, esa curiosidad musical, esa falta de prejuicio, a mí me parece muy interesante. Es esa hambre por conocer lo que me encanta.