Encontrarse
Texto de: Giuliana Vettorazzi
A mis apenas 19 años cumplidos me fui de Guatemala. Partí a perseguir un sueño, a alcanzar metas, a superarme y reinventarme. Más bien, encontrarme. Hoy, ya son ocho años que salí del país. He regresado un total de cuatro o cinco veces. Ahora me encuentro haciendo escala en el aeropuerto de Madrid escribiendo esto. Es mi quinta o sexta vez que regreso a “casa”. Regreso preguntándome si algo va a ser diferente, preguntándome qué voy a encontrar otra vez cambiado. Voy a ir a donde sé que no encajo, que no hago click. Con quién hablaré que me logre entender o que simplemente no lo haga.
Muchas veces hemos oído decir, “cuando uno se va nada es lo mismo, no te sentís ni de aquí ni de allá” y puedo decir que al 100% es el sentimiento más aterrador. Saber que sos, pero no perteneces. Pretender que sos y no serlo. Nací, crecí y viví en Guatemala; crecí como adolescente, jugué al fútbol, hice bici de montaña, fui a las cuantas fiestas que a esa edad se podían ir. Tuve una buena vida.
Llegué a Italia sin saber nada de la cultura más allá de los libros y fragmentos que había leído. Con una vaga e ilusionada idea llegué a una universidad que parecía un desfile de modas. Poco a poco me fui sintiendo fuera de lugar, el aparentar ser algo que no se es. Poco a poco, mientras fue pasando el tiempo, encontré a mi grupo de amigas, encontré personas que me ayudaron, me apoyaron y se volvieron incondicionales. Me gradué. Estudié mi maestría. La historia se repitió.
Ahora, trabajo en una firma de renombre y no soy completamente feliz. La gente diría “lo tiene todo” y sí, lo tengo todo. Aún así, lo que busco es la felicidad. En estos ocho años he crecido como mujer, evolucionado mentalmente, adaptado culturas, viajado y conocido personas en el mundo entero. Me siento orgullosa de poder decir que tengo una pequeña familia en muchas partes del mundo. Y es aquí donde viene la pregunta ¿dónde es casa? ¿Dónde nací o dónde me encontré?
No soy de aquí ni de allá. No he vivido con todos los chapines las protestas al gobierno. Siendo chapina no las siento mías. Viviendo en Italia, no siento las suyas mías. El aterrador sentimiento de no saber a dónde pertenezco, que cada vez que llego a “casa” es a adaptarme a algo nuevo. Al decir de mis amigos “vamos a tal lugar” y mi perpetua cara de no saber si es un bar o un restaurante.
Es estar en casa de nuevo, y mi cuarto sin todas mis cosas, mi casa con cambios. Mi hermano que ya no vive con nosotros tampoco. Todos siguen adelante con sus vidas y yo me fui. Me perdí momentos, me perdí graduaciones, cenas, navidades, semanas santas y un sin fin de cosas. La pregunta es ¿para qué?
Para alcanzar metas, sueños, superarlos, trabajar en una firma de renombre, pero ¿no ser ni feliz ni libre? Y lo peor, saber que si regreso a “casa” nunca va a ser lo mismo y siempre me voy a sentir como hace 8 años. El constante pensamiento de no encajar. Esa lucha constante con una mentalidad en un país en donde el arte todavía no tiene poder sobre la medicina o la ingeniería.
Aquí, sentada, escribo esto con mi vida en mis manos y tomando decisiones por mí y para mí. Con Poppy, mi perra salchicha, que me mira y me sonríe con sus ojos, haciéndome entender que todo va a estar bien con solo mover la cola. Eventualmente, ese no tener control de la vida y el qué va a pasar, es la aventura más excitante de la vida. Tener fe en que todo va a llegar y pasar en el momento exacto es lo que nos queda, que ese sentimiento de vacío y de no saber dónde estás en la vida pasará.
Me respondo que casa es dónde está el corazón, casa es donde puedo ser yo sin importar lo que haya a mi alrededor. Casa soy yo. Y la felicidad, la felicidad me la construyo yo sola. Desde cero, otra vez, mientras entiendo que siempre seré libre, que nunca voy a ser ni de aquí ni de allá, voy a ser del mundo.
Pueda que no sea la persona correcta para decir lo siguiente pero que estoy impresionado del coraje y el valor que tienes como persona. De exponerte al mundo sin importar que va a pasar y de ser ejemplo para muchas personas que se limitan a conocerse a si mismas por tener miedo.
Creo que has descubierto y entiendes mejor que muchos de que esta compuesto el mundo, de que se trata la vida, y creo que empezas a realizar que el mundo es grande en tamaño pero pequeño en muchos otros aspectos. Y creo también que no lo pudiste haber dicho mejor… “casa es donde puedo ser yo sin importar lo que haya a mi alrededor”.
Después de leer ésta columna, reflexione y pensé: “élla se ha dado cuenta que el mundo es muy pequeño para sus ambiciones… pero tiene la oportunidad de hacer un cambio por donde sea que esté presente… espero que se de cuenta del verdadero potencial una vez encuentre paz con ella misma (si es que no la ha encontrado aún)… al encontrar ésta paz, realmente iluminará lo que no puede ver en estos momentos”
Nunca pares… que el mundo necesita más personas como tú.