Ilan Amores Y La Búsqueda Incesante De Lo Prescrito
Este hallazgo viene de una casualidad. Una casualidad como resultado de una inmersión en el contexto argentino actual. Llevo más de 12 meses intentando conciliar dos décadas de obras de este origen. No importa el formato, mucho menos el año. Lo que importa es entender por qué lo que sale de allá resuena tanto conmigo.
En este proceso, yo estaba buscando más acerca de Underground Producciones. ‘El Ángel, dirigida por Luis Ortega y Toto Ferro en el protagónico. La première fue en el Festival de Cannes. La vi y entendí el revuelo. Tenía que saber más acerca de este chico y de dónde había salido. No recuerdo la fecha ya. Solo sé que recurrí a Instagram y vi, justo ese día, una historia con un par de canciones que recomendaba. ‘Pedro Méndez‘ de Chico Chico.
Busqué ‘Pedro Méndez’ y supe que había algo que estaba pasando. Pasando algo que creía, lo sigo creyendo, que valía la pena explorar. El entender de dónde viene esa emoción, ese sentimiento, ese trabajo detrás de una obra con tintes de esa naturaleza. ¿Folclore? ¿Raíz? Hay un sabor inexplicable en esa primera escucha.
Este proyecto evoca algo que no sé describir bien aún. Lo que escuché fueron ganas de vivir a pleno. Lo traduzco a hacer eso que te place. Esto de conducirte como querrás, sin tener que pretender nada. Hay una honestidad que no se puede esconder. Ese disco me habla de esa manera. Muchas capas, decisiones tomadas. Yo quería contexto. Chico Chico, ¿quién sos?
El responsable detrás es Ilan Amores, un compositor, multinstrumentista y cantante de Misiones, Argentina. Para mi sorpresa, fue bajista de Argies y baterista en Harm & Ease. ¿Me estás diciendo que un músico que tiene un background en el punk rock está proponiendo cumbia y folclore experimental? Esa convivencia con la euforia, el alimentarse de ese común en sentir en lugares lejanos hace que todo haga sentido. Lo entendí todo.
No perdí tiempo en tratar de poner en palabras ese contexto particular. ¿Cómo puedo elaborar sobre un sentimiento, un tono muy puntual, un humor que no se necesita explicar? Algo que parte desde el juego, que parte de ver hasta dónde se pueden reinterpretar ciertos elementos que viven en el inconsciente es difícil de comentar. Hay una osadía en lo que se propone. Es un cuerpo de trabajo hecho para sacar la guitarra en cualquier momento y cantar, gritar, bailar.
Yo escucho ‘Pedro Méndez’ y quiero romper todo. Hay algo en ese tema que hace que me mueva. A lo mejor los synthes. ¿El coro? Brutal. Este disco tiene de todo. Hay himnos, interludios. Es la simplicidad en el relato. Hay una intencionalidad inesperada, pero más que bienvenida.
Son sensibilidades que tocaron fibras en mí. Me atraviesa. Es inteligible lo que esta música me habla. Basta hablar unos minutos con Ilan para entender de dónde viene, de dónde surge esta vulnerabilidad. Su vida es una película y él lo sabe. Este es el momento en donde lo que queda es abrir las manos y recibir lo predestinado.
Esta es una conversación extensa acerca de esos días de punk, su llegada a una escena con la que solo fantaseaba, cómo surgió la figura de Chico Chico, las vivencias que formaron este nuevo sonido y el camino para estar en donde está ahora mismo. Sin miedo.
–
Me gustaría regresar al principio. Entiendo que llegás ahí, Argies, porque te ficharon. Vas en shows por todo el mundo, desde la autogestión, armar de cero todo. Jugamos, rompemos, nos tiramos al público y de vuelta a la gira. ¿Cómo vivís esto? He visto fotos en donde estás con miles de personas en un mismo sentir. ¿Cómo aterrizás eso, siquiera? ¿Cómo lo bajás?
Yo disfruté cada paso que me llevó hasta ahí. Tenía muy claro a dónde quería ir. No exactamente cómo, pero sí cómo no, quizás. Eso sí, siempre, lo tuve claro. Sabía que quería ser bueno en lo que hago, respetado, me entendés. Vengo de esa ideología.
Tengo un recuerdo re claro, de la emoción de ver mi primer instrumento, de pelear para conseguir mi primer instrumento; de conseguirlo finalmente, disfrutarlo, ir a un profesor a entender.
De chiquitito, tener una disciplina personal en algo que no te lo obliga hacer la escuela. La escuela acostumbra a los chicos a tener a alguien persiguiéndote para que hagas las cosas. A mí nadie me obligaba a estudiar batería, era algo que yo quería hacer.
Armar mi primer banda. Juntarme en una habitación con otros chicos que tocaban y decir, ‘suena a algo’. El primer bar, abrir para la primera banda en Posadas, Misiones, un pueblo de donde vengo yo. Un pueblo así, en donde no pasa nada. Lo único que pasaba lo hacíamos pasar nosotros y la gente que pensaba como nosotros.
Era impresionante. Todo ese crecimiento en esa ciudad chiquita, ‘bueno, ahora tenemos que armar nuestros propios shows, tenemos que ir a hablar con un club, cortar nuestras entradas, cargar nuestros equipos, ahorrar’. Tu amigo se está comprando una camiseta espectacular, tu amigo se está comprando las últimas Nike y vos, ‘tengo que ponerle parches nuevos a la batería, sale un montón de plata’. Toda una vida así, con fe, esperanza y enfoque. De repente, empiezan a pasar las cosas, pequeños triunfos personales. ‘Mirá, hoy tocamos nuestro primer barcito lleno’.
Yo cuando cumplí 18 años me vine a Buenos Aires. Vine a estudiar, profesionalmente, para ser baterista de jazz. Bien formado. Mientras tanto, tocaba la guitarra en bandas punk. Tocaba la batería en una banda de reggae, hacía de todo. Estaba empezando a escribir mis canciones y escuchaba mucho Bob Dylan. Alto desafío tocar una guitarra, cantar una canción y que suene bien. Pelado, sin efectos, sin nada.
Le metí alma, vida y corazón a eso. De repente, a través de un amigo mío que toca en Argies, Juli Álvarez, es de Misiones, del mismo lugar que yo. Yo sabía que él se iba de gira por todo el mundo. Le decía, ‘yo quiero vender las remeras, quiero ser el merch guy’.
Mi familia me ayudó con un poco de plata para los pasajes. Argies me dijo, ‘te dejamos venir si te pagás vos los pasajes’. Pensé, ‘voy a ir a conocer Europa con una banda punk’. Es otro pequeño triunfo, más información de lo que a mí me interesa. Más vida puesta en eso. Al mes de que empezara la gira, el bajista dice, ‘no puedo ir, tengo un problema personal’. Yo estaba, no listo, sino que preparado, listo, fuera. Me compré un bajo, todo roto, y empecé tocar. Me aprendí todos los temas. Me probaron en Argentina y nos fuimos de gira: 100 shows en 18 países.
Yo tenía 20 años. Todo eso me voló la cabeza. Yo vengo de ese crecimiento. Vengo de pasar por las casas de música, mirar la vidriera y no poder comprarte nada. Bajarme en una casa de música en Alemania, de 5 pisos, comprarme un bajo Fender, un súper equipo, subirme a una camioneta, nos vamos de gira. Todo eso era una película para mí. ¿Ver algo tan real, tan especial como la escena anti fascista, punk rockera de Europa?
Esto no lo puedo comprar con dinero. No existe otra forma que no sea poniéndole el pecho y haciendo tu camino. Venir acá y conocer gente muy especial, muy única en todo ese proceso. Me fue formando como persona.
De repente, apareció la oportunidad de abrir unos shows para Die Toten Hosen, una banda alemana de rock muy grande.
Empezó en Argentina. ¿Tocar en clubes grandes, en mi Ciudad, abriendo para una banda que crecí escuchando? Listo. ‘Yo me puedo morir ahora, estoy hecho’. Nos invitaron a abrir dos shows en Europa. En Europa hacían giras de estadios, se mueven como ACDC. Me acuerdo que teníamos un show con ellos en Luxemburgo. Hacía 1 mes acababa de tocar Bob Dylan ahí. Yo le preguntaba a mis amigos, ‘¿en dónde queda Luxemburgo?’ ‘Ni idea’.
Yo estaba por tocar, un estadio, con una de mis bandas favoritas que crecí escuchando. Todas esas cosas las pongo en palabras, las comparto, en este contexto, porque es lindo. No sé cómo explicarte el valor que eso tiene para mí. Son raros los momentos en donde lo puedo poner en palabras cómo lo viví eso, dejando de lado la vanidad. No te lo cuento por vanidad sino por la alegría que me genera. Yo entré a ese estadio, lo vi así y pensé en ese niño que miraba los cosos, un llanto, una lágrima mirando el estadio vacío y decís, ‘llegué, llegué’.
Muy joven. Cumpliendo un checklist de una manera no forzada.
Fue mucho trabajo, pero siguiendo el instinto, el corazón, las señales. Sí fue muy loco verlo desde ese lugar. ¿Cuando abren el estadio y la gente entra corriendo? ‘Esto es una película’, y lo estaba viviendo en la música que crecí escuchando. Eso me volaba la cabeza. Al día de hoy me vuela la cabeza. No cambiaría ni un minuto de todo el camino que hice para llegar a eso.
Leí que habías girado de esta manera y no entendía por qué no le había un énfasis en el número. ¿100 shows? Hay que tener una disciplina porque puede pasar de todo. ¿Esa convivencia?
100 shows, ¿quién sale de gira 100 shows? Ni Bruno Mars sale de gira 100 shows. Tenés que ser un guerrillero de la música. Tocábamos en un estadio gigantesco, firmando autógrafos, tomándote fotos, gente que te persigue el auto. Al otro día, un bar, un lunes, para 15 personas en un pueblito. Lo hacíamos, con la misma energía, cara de perro. Yo lo veo así, voy sembrando en mi camino.
¿Lo volverías a hacer? ¿Es algo que buscás a futuro, tener ese trote?
Sí, pero con mi propia música.
Ya no para alguien más.
La batalla es otra cuando es tu propia música. Las conquistas son otras, los triunfos son otros. Eso era el desafío más grande. Podría haberme quedado haciendo eso el resto de mi vida y pasarla bárbaro. Había un montón de otras cosas que la vida me pedía para seguir avanzando. Tenía que aceptar el desafío, no me quedaba otra.
En esos años, vos estabas construyendo esta vida mucho más punk. Lo hablo en el sentido más amplio de la palabra. Venís y hacés algo completamente distinto. El proyecto de Ilan Amores es un proyecto mucho más brit, ese feeling, a lo Bob Dylan. Es el canalizar todo por medio de la guitarra, mucho más stripped down. No sé por qué salís con eso en ese momento, ¿por qué no ir en otra línea?
¿La verdad? Por una cuestión de equilibrio, supongo. Yo estaba viviendo esto de los estadios, giras, clubes, de andar de acá para allá, alrededor del mundo. Tengo un camino por recorrer, como músico, muchas cosas por aprender. En mi tiempo libre, mientras no estoy viviendo eso, quiero vivir esto otro. Esto que tiene esta otra clave, otro código, el sentarse a tocar una guitarra y poder hacer eso. Como dice Charly, ‘si lo que te gusta es gritar, desenchufa el cable del parlante’. Capaz que es mi error, como businessman, en la música.
Podría haber hecho una banda punk ahí, hacer negocio con esto. No la sentía así. Ahora sí que pienso más en esas cosas. Trato de mantener mi libertad creativa interna, sin tanto bloqueo. Lo más saludable posible. Hoy me levanté y escribí una canción que nada que ver con lo que estoy haciendo. Puedo agarrar y decir, ‘no, no, no’, bloquearla, no dedicarle tiempo. Yo voy armando así.
Acá tengo una caja de canciones. Ahí tengo todos papeles, canciones que están escritas en servilletas, pasajes de avión, cualquier cosa. Terminan ahí. Creo que eso tiene un valor para mí y los tres locos que me escuchan. Siempre me lo tomé así, como artista. Desde muy chiquito, ‘esto que estoy haciendo ahora, a los 13 años, en Misiones, de armar un showcito para estos amigos, vivir el presente y disfrutar lo que me gusta. Sembrar para lo que quiero hacer en el futuro’.
Hoy siento que hay ciertas cosas que siento que son para mí y no les tengo miedo. Las voy a buscar, las tomo. Yo quiero ser el número uno, el más grande de mi país. Quiero que me conozcan en todo el mundo. Eso es para mí, lo tomo. Sin miedo. Sé que me lo gané. Yo lo vivo así. Otro me va a decir, ‘¿qué te crees? Gil’. Bueno, pateá el mismo camino que yo y nos vemos.
Esto que hablás, de venir de una ciudad pequeña, presenta un contexto muy particular. Al ver el snippet que compartiste, ‘Yabebiri’, terminé escuchando una playlist dedicada a ‘Misionerita’. Hay algo muy particular en la guitarra, esto del acordeón igual. Noté en ‘Chico Chico‘ que tenés interludios con esto. Quiero entenderlo mejor. Para mí, este proyecto es una carta de amor a Misiones. Quiero entender cómo se refleja esto en la manera en que te conducís. Permea.
Es verdad, es verdad. Ya viví esto, quiero meterme en el desafío de hacer un sonido.
Para encontrar mi sonido, tengo que tener una charla real de por qué estoy tocando, qué estoy tocando, cuáles son mis elementos, de qué estoy hablando. Me di cuenta que no sabía cómo quería sonar.
Me fui a Misiones un verano, con una computadora, una placa para grabar, una guitarrita, un micrófono y unos auriculares. Me fui a la casa de mi vieja. Tengo a todos mis amigos, con los que crecí. Ahora que vivo acá, nos vemos solo los veranos y algún viaje así. Nos vemos y es una alegría que no me entra en el pecho. Es volver a ser un niño.
Ese verano, yo tenía todas estas urgencias y también ya había tocado en estadios llenos. No los había llenado yo. Había tocado en estadios llenos y esa sensación era como un fuego adentro mío, eso que te describí lo mejor que pude. Mis amigos la vivían así conmigo, ‘amigo, mirá lo que pasó. Viviste todo esto. Mirá estas, fotos, ¡qué bueno! Vos que llevás toda tu vida tratando de hacer eso, te salió’. Yo sentía esa energía y creo que me dio fuerza.
La agarré y aprendiendo a usar la computadora, aprendiendo a usar Logic, aprendiendo a grabar. No tenía la menor idea, amiga. Agarré los programas y empecé. Sumado a que tuve una etapa, que a lo mejor no se muestra mucho, de una banda que se llamaba ‘La 1422’, que íbamos por los bares, así: banjo, guitarra, contrabajo, acordeón. Era muy callejera; nos pasábamos las noches tocando lo que sea, Bersuit Vergarabat, Manu Chao, Calamaro, folclore argentino, cualquier cosa tocábamos.
Con esa energía y todo esto que te estoy contando, con amigos alrededor me puse a grabar. Se escuchan las voces de mis amigos en el disco. Le fui dando forma y obedeciendo lo que sentía en la ronda de amigos.
Era de entretener la ronda, disfrutar de eso. Así se fue armando, no fue en un estudio re piola. Armé los demos, hice un full álbum, con todo. Tiene audios de WhatsApp, grabaciones. ¿Lo del acordeón? La mayor parte de las canciones del disco se escribieron en un pueblito, Ituzaingó, de Corrientes. Es un pueblito de río, de pescadores, de playa para los veranos. Queda a 1 hora de Posadas, en donde yo crecí.
Fue mi primer viaje solo, en ese lugar. Queda a 1 hora, pero ya sentía que estaba lejos de casa. Aventuras y tal. Ese acordeón es un audio de WhatsApp, un audio del celular. Le digo a mi amigo, ‘grabá eso, grabá eso’. Yo no tenía mi celular. Eran tres pescadores, tocando el acordeón, con las piernas en el río. ‘Amigo, esto es cultura, esto es cultura nuestra, mal. Esto es fotografía cultural’.
Fui a Misiones, empecé a grabar eso. Mi amigo me decía, ‘tocate esa de Pedro Méndez’. ¿Esa canción? Una pelotudez. Es un chiste. Tengo un amigo que se llama Pedro Méndez y le escribí la canción en joda. En una ronda, borracho. ‘Voy a armar el disco con esas cosas’. Cero dramas.
Estábamos en Misiones. Con un par de chicos fuimos a Ituzaingó, y en el viaje a Ituzaingó, les digo, ‘che, no tienen nada en el auto, ¿no? ¿Estamos clean?’ ‘Tranca, vos ni te preocupes’. Nos frenan en la Armería, los militares. ‘Muchachos, vamos a revisar el auto’. Miran un poco, nos quedan mirando, ‘pasen, vayan’. Avanzamos y yo veía que mis amigos estaban serios. Sacan debajo del auto una bolsa con ramas de faso. Tenían doscientas mil drogas, de todo tenían. Y yo decía, ‘no, wacho, ¿cómo zafamos?’.
Acá hay un santo, ‘El Gauchito Gil’. Es un santo pagano, medio marginal. El 70% de la gente que está en la cárcel tiene un tatuaje de ‘El Gauchito Gil’. Lo ves con unas banderas rojas en la ruta, en Corrientes, el noreste argentino. Ahí es donde más aparece, era como un Robin Hood. Cuando te pasa algo así, los creyentes van al Gaucho y le agradecen.
Yo, punk rocker, tengo menos religión que nada. No creo en nada, pero creo que estaba más espiritual. Fumo mucho porro también. ‘Bueno, dale. Vamos a agradecerle al Gaucho que estamos entrando a Corrientes y no nos paró la policía’. Prendimos un porro. Yo le toqué la guitarra al Gaucho. Me acuerdo de decirle al Gaucho, medio en chiste, medio en serio, ‘necesito inspiración, Gaucho esto, Gaucho lo otro’.
Fuimos a Ituzaingó, nos tomamos de todo. En un momento así, re loco, a la tarde, mirando el sol, un amigo mío dice, ‘mirá, está la luna y también está el sol’. Y yo estaba con la guitarra, así, ‘está la luna y también está el sol, están todos los que tienen que estar hoy’. No es cumbia como Damas Gratis, es como una cumbita de que estoy re loco a la tarde, estoy pasándola bien.
Era algo de pasarla bien, pero también estábamos súper drogados. Somos gente medio callejera también. Tiene un costado medio oscuro, melancólico impreso en la manera en que está hecho. Yo se lo explicaba a mi viejo que durante la palabra ‘sonreír’, la canción se hace menor, se hace menor séptima. Algo pasó ahí en el aire. Te volvés loco. Estaba re embrujada esa música, mal.
Nosotros decíamos, ‘aquí hay algo que está escribiendo con nosotros’. Estaba la luna acá encima, se había cortado la luz de la cabaña en donde estábamos. Toda la tarde en el río. Yo abrí un cuaderno, así, bien de poeta. Prendieron una vela roja y le tiraban gotas de vino, ‘cera de vela roja, ya estamos’. Todo en chiste, ¿me entendés? La energía era muy alta, tan alta que se terminó imprimiendo en un disco. Así se hicieron todas las canciones. Al otro día, a la tarde, uno estaba armando un porro y pasa el viento así, le tiró todo el porro a la mierda. ‘Nunca me robaron tanto como el viento’.
Es una buena línea.
Parece re poética, pero estaba atento a eso. Tenía la cabeza, el oído, el alma puesta ahí. ¿Mis amigos, todo este lugar?
Esa es la poesía. Esto es lo que yo estaba buscando. Este es mi sonido, este soy yo, esto es lo que me mueve el espíritu a mí. De esto es lo que quiero hablar. Yo no puedo hablar, ni de Jordans ni Ferraris porque no tengo. No tengo ni idea de cómo es. Tampoco me interesa tanto.
Tengo otra cosa para decir y la estoy encontrando. No hubo un momento de titubeo, en donde, ‘mmm, a ver si le pongo tal parte acá’. Eso salió así, ni lo cuestioné. La autoridad de esas cosas se transformó, para mí, en esa energía medio mística que tiene Chico Chico. Era no cuestionar ciertas cosas, dejarlas ser. Esa energía es real, esa vibración es re alta porque, en el fondo, es como uno quiere arrancar los días, como uno quiere vivir la vida.
Yo quiero andar así, sin miedo, sin pensarla mucho, improvisando con lo que tengo, disfrutando. Ahí se capturó esa energía, en las canciones. Me pone muy contento, muy feliz. No sé cómo explicar el orgullo que me dá. Tampoco es mío. Es todo eso que te estoy contando, mis amigos, mi tierra, las cosas que me gustan. Yo fui la antena que lo amplificó, de cierta manera, que lo sintió de cierta manera.
Ahora que la gente lo empezó a escuchar, me encuentro con gente que me dice, ‘amigo, la re entiendo’. Les veo y sé que lo entienden. Aunque las letras no dicen, ‘estábamos fumando un porro en la playa’, la gente lo ve, lo siente. A mí me vuelve loco. Posta, me impresiona. Hasta que no te pasa, siento que no comprobás lo fuerte que es la música como transmisor de sentimientos que no se pueden poner, exactamente, en palabras.
Cuando volví de Misiones, con todos esos demos, los hice escuchar a un par de amigos. No se parecía a nada, era su propia historia. Estaba hecho así, como te dije al principio, sin miedo, sin prejuicio. Lo escuchó un productor que había trabajado con Hilda Lizarazu, Cordera, un montón de jugadores caros. Un tipo muy serio. Yo sabía que alguien tenía que bajar todo esto a tierra y hacerlo sonar muy bien.
Este tipo es quirúrgico con su producción. Ahí empezamos en un ida y vueltas. Fui a su estudio por meses. Abríamos las sesiones, corregíamos unas cosas. Como yo era muy bruto, muchas cosas que había grabado, por ahí no sonaban muy bien. Como te digo, estaba aprendiendo. Él las quería cambiar, ‘esto suena mejor así. Grabá de vuelta la voz’. No. En esta toma de voz, yo me estaba fumando el enésimo porro, se escucha la voz de Tomasito, tomando mate al lado mío, diciendo algo.
Ese es el disco. ¿Voces que suenan perfectas? Hay millones, 10 millones. Por todos lados. Pateá un piedra y aparece. Te la publicitan. Esto tiene que ser un hallazgo, entendés. Por eso te preguntaba cómo lo encontraste y por qué resonó con vos. Por qué diste de tomarte la molestia de ponerlo en tu radar. Esto quiero que pase con esta música.
Me acuerdo del día que me dice, ‘bueno, mañana sesión de grabación de las voces de ‘Pedro Méndez’. La noche anterior fui y tomé de todo, escabié. Me boicotee, a propósito. No quería grabar las voces, de nuevo. ‘¿Sabés qué?Dejamos las voces que te gustan a vos. No podés cantar nada’. En el proceso de hacer el disco, me di cuenta que tenía que hacer sonar mi propia voz, dentro de mis canciones.
Ahora me gustan mucho los tratamientos del audio, de la voz en el trap. Entendí muchas cosas del autotune y el trabajo de un buen ingeniero. Hay todo un arte ahí. En ese momento, no tenía la menor idea de eso. Lo único que se me ocurrió fue ponerle distorsión a la voz. Por eso se escucha así, porque era la única manera que suene bien, que mezcle bien. Te hace eso, como que está saliendo de una radio vieja. Así que eso fue parte del proceso, el encontrar mi sonido.
Salió el disco y no pasó nada, por un tiempo. Lo escuchamos con un par de amigos. Armo un show en una cafetería muy loca, LOCAL, en donde te los cruzás a todos. Empecé ahí porque yo había filmado un vídeo ahí, de casualidad.
Armo el show y todavía estaba en medio de gira con Argies. Ya me había ido a Canadá con Harm & Ease. Volví. Cayó un montón de gente. Había una persona gigante, con un piluso y una remera de brujería parado en la puerta. ‘¿Y este hooligan, barra brava? ¿Quién es?‘ Fui y le convidé un porro. ‘Yo soy Chico Chico, toco esta noche con mi DJ’. ‘Toca una amiga mía, así que te vamos a ver. ¿Qué tocás? ‘Cumbia’. ‘¿Cumbia? Mirá que me quedo, perro’. Amiga, le dimos vuelta a ese lugar. Lo hicimos pata para arriba, un desastre. Es una cafetería. Nosotros estábamos saltando ahí adentro, una locura. Nunca había pasado eso en LOCAL. Fue re hardcore.
‘El Macho’, su nombre, estaba adelante de todos, mano arriba, pasándola re bien. Termina el show, ‘perro, la rompiste Chico Chico. La rompiste, te voy a invitar a una peña, a un asado entre amigos. Vení, eh. Mirá que va gente importante. Vení con un amigo, yo te invito el jueves que viene’.
Había ido bastante gente al show, estábamos re contentos. Fue un éxito, ‘un éxito’. Éramos tres boludos. Había hecho un poco de ruido en la escena. Hablo con mi amigo, Cartucho, copiloto mío de siempre, ‘vamos acá, al asado este’. Quedaba a 1 hora afuera de Buenos Aires.
Llegamos y lo veo a Orcovideos. Nada que ver. El chabón este es un astro, uno de los filmmakers más calientes de la escena. ¿Qué hace acá? Era raro porque algunos tenían pinta de barra bravas, gente re cumbiera, bien de barrio, un par de gente que era re Palermo, más cheta. Y digo, ‘¿qué onda este lugar?’ No me cerraba la cuenta. Era en zona norte, piso de tierra, techo de chapa y cumbia.
Eso no era Palermo. Eso era otra historia. ¿Yo? Enloquecido. Llevé mi guitarra. ‘Chico Chico, tocáte unos temas. Sin miedo’. Voy, agarro un piano, me ponen un beat cumbiero y yo, ‘sale de su casa cuando sale el sol’. Empezó a agarrar viaje toda La Peña, ‘dale, loco’. Bailando, pasándola re bien. Voy y lo saludo a Orco, ‘Orco, encantado de conocerte en persona’. Miro y un tatuaje de ‘El Gauchito Gil’. Me volví loco.
Estábamos pasándola re bien, asado, escabio, porro. Entra Pablito Lescano. ‘No, no, no, no. ¿En dónde estamos, wacho? Cartucho, ¿cuántas veces fuiste a un asado y estaba Pablito Lescano’. Saca el AK47, se pone a tocar con todos. ¿En dónde estamos? Éramos 30 personas, me entendés. Agarra y me meto con mi guitarra. Toqué con Pablito.
Es el Maradona de la música. Acá, en Buenos Aires, un policía lo ve y le pide una foto. Un cheto súper rico lo ve y le pide una foto. Una persona muy humilde, de barrio, le pide una foto. Lo conoce y lo quiere todo el mundo. Agarra así y le doy un CD de Chico Chico. Me fui, siguió la vida. Después me volví a Canadá. Eso fue a fin de año, 2019.
Fui a Canadá. Cuando estaba allá se acentuaron muchas fricciones y terminé dejando la banda. Fue de terror. Me quedé en la calle. La familia de mi pareja, en ese momento, que es canadiense, me aceptaron en su casa. Me dejaron dormir en el sótano.
Me puse a escribir unas canciones. Escribía, escribía, escribía. Ahí mi chica me consiguió una reunión con un amigo suyo, que es productor. Yo digo, ‘bueno, va a ser un pibe con una laptop, unos parlantes. Vamos a pasar el rato’. Llego y era un estudio impresionante. Le conté, ‘estoy en esta, estoy en la lona, estoy re mal, pero tengo mi música. ¿Querés hacer algo?’ Justo estaba entre medio de laburos, tenía el tiempo. Lo aceptó.
Empecé a ir al estudio, seguido, ahí en Brampton, cerca de Toronto. Un día veo así, una carpeta de clientes, decía Drake, Eminem, Lil Wayne, DJ Khaled. Yo me quedé mirando, ‘ah, bueno. Ahora entiendo’. Estaba grabando con un micrófono de US$3,000. Esto no es un hobby. Cuando entendí con quién estaba trabajando, un productor de hip hop, trap, música urbana que trabajó con los más grandes de Toronto. Grabó un álbum con Drake.
Una escena que está buena. Aprendí mucho, fue un alto desafío. Esas canciones es parte de lo que estoy trabajando ahora. Mientras iba al estudio, un día leo un mensaje en el teléfono, tipo 7 de la mañana. Tenía un mensaje, de la noche anterior, de DJ Paul, el DJ de La Peña. Me dice, ‘Chico Chico, llamame’. Prendí la luz de noche, lo llamo, ‘amigo, anoche estuve con Pablito Lescano, estuvimos escuchando Chico Chico y me dijo que hablara con vos, que te diga que te prepares porque, cuando volvás a Argentina, se van a juntar a hacer música’. No lo puedo creer.
Estaba durmiendo en un sótano. Era difícil para mí sentir que no hacía pie en ningún lado. Aparece esta gente a decirme esto y yo, ‘no lo puedo creer, realmente no lo puedo creer’. Terminé un poco mis canciones en Canadá. Cuando pude, volví a Argentina. Ahí ya había hablado con la disquera, ya me había ido de la banda. Tuve meses de reuniones con la gente que ahora trabajo.
Cuando volví, me fue a buscar mi manager nuevo al aeropuerto. Así empezó todo. A la semana me llamaron al estudio para ir a grabar con Pablo. Escribimos una canción juntos. Empezó la parte nueva de la película, donde a Chico Chico le empieza a ir bien (risas).
Esta es una buena life story. Es una biopic.
Escríbela bien amiga, y vamos para adelante.
Esto que hablás, hacer música para la gente, para mí, Chico Chico eso. El disco para mí, es eso. Es una celebración. No lo puedo explicar. Tenemos contextos muy diferentes, pero ese sonido lo une. Viene a pegar y son sensibilidades que las entiendo, completamente.
Está buenísimo. Creo que hablaba de eso, que era importante, para mí, que sea un hallazgo esta música, que no sea una de esas tantas millones que las venden en la cara, que te ponen acá, ‘comprá, comprá, comprá’. Esto genera una relación más profunda con la gente que la escucha. En el fondo, la música me trajo a mí, ahora, en este momento, a estar hablando con una chica que está en Guatemala. Era conectar cables, está buenísimo. Eso, a mí, me pone re contento.
Es un cuerpo de trabajo que habla por sí solo. Para mí, la intencionalidad está. Hay un tono muy claro y que con lo que vos me decís, yo entiendo que no buscaste. Para mí, era decir qué tan detallado era el proceso, el definir cómo querías que entraran ciertas partes, el tracklist, la historia, los skits, pero me doy cuenta que todo se armó de una manera natural, sin pensarse meticulosamente. Funcionó. Estaba predestinado a que fuera así. No lo puedo explicar de otra forma.
Exacto. Me di cuenta que no había cómo… es re loco, comprobarlo así, teniendo esta charla con vos, de que vos la sentiste así, igual que como yo me lo imaginaba. Es la prueba de que la fórmula funcionó como yo quería. Habían tantas manera de hacerlo y como no había ningún precedente, no había manera correcta e incorrecta de hacerlo. Había que confiar en otras cosas. No había un parámetro normal de decir, ‘bueno, estoy buscando tal cosa, tengo que hacer tal y tal para llegar a lo que quiero’.
No había ese tipo de parámetro. La música experimental está buenísima. De algún lado salió Pink Foyd, un montón de locos probando algo nuevo, Los Pistols. Gente que vino a traer un sonido nuevo, en un contexto que estaba un poco saturado de lo mismo. Eso, ahora, más que nunca, estoy empezando a entender y consumir toda esta escena argentina que está re vibrante, que cuando salió yo dije, ‘buenísimo, yo estoy con la cabeza en otro lado’.
Ahora consumo esa música, estoy aprendiendo de los chicos más jóvenes que yo. Me pone re contento ver cómo se logró eso que quería. ¿Cómo te sentás a decir, ‘voy a hacer un álbum místico y raro, que tenga un espíritu de algo?’ No hay manera. Era, justamente, abrir los ojos y decir, ‘tengo que confiar en lo que está pasando. No mañana, no es ayer, es ahora’.
Es el momento mágico que estaba esperando, esta es la reunión en donde voy a escribir esta canción y este es el momento en donde la poesía, la amistad y todas las cosas que se escuchan en ese disco van a vibrar conmigo y voy a poder comunicar lo que quiero. Es ahora.
Era lo que te decía, sentir esa valentía, esa seguridad para improvisar con lo que tenés, sin dejar de esperar a tal productor, tal featuring, tal que te vaya mejor, tal vídeo. Sin miedo. Vas, lo hacés y te va a salir bien. El que se anima y estira la mano.
Previo a esta charla, yo pensaba en que había una intención, ¿cómo hacer un disco en joda, sin tomármelo tan en serio, pero que el resultado haga sentido? El tono de las canciones va por ese lado.
Exacto, exacto. Si escuchás canciones de Ilan Amores & Amigos, son mucho más jugando al poeta, hablando de otras cosas, hablando más para adentro. Sí estoy sentado acá, tratando de sentir algo yo y hacerte sentir algo a vos, que lo estás escuchando. Es otra sintonía. Yo soy un gran seguidor de Manu Chao. Es uno de mis artistas favoritos, y el único que me despertó esa cosa. Era impresionante cómo supo conseguir algo que, personalmente, me volaba la cabeza.
Yo decía, ‘tengo que entender el camino de este chabón y vibrarlo parecido. Yo voy a conseguir ese sonido re loco, re global y la vez personal que tienen los discos de Manu Chao’. Ese era mi objetivo. Vos me ponés ese disco, en vivo, en París con su banda y yo toco todo su show entero. Todos los instrumentos. Lo usaba para entrenar, para ir a la gira.
Me levantaba, me hacía un café, ponía una hora y medio del show en vivo, y a tocar el bajo. Toda esa data me fue cayendo en la cabeza; redondeé, por ahí, la manera que quería que sonara el disco. Después, tampoco sabía cómo, me entendés. Estaba aprendiendo, no tenía las capacidades para lograr todo lo que quería. Tampoco sabía exactamente qué quería.
No quería sonar igual. Hay un montón de gente que hace eso. Me lancé a la investigación. A mi gusto, me fue muy bien. Era en el momento de la cumbia, el folclore. Yo lo escucho ese disco y tiene mucho amor. Lo escuché, lo escuché, lo escuché y le fui dando forma adentro mío, a lo que se desprendía de ese álbum. Cuando me sentí satisfecho, lo pude sacar. Fue como 1 año de hacer eso, de aprender. Re loco.
Esto está hecho desde el 2018, entonces. Salió 1 año desués.
Sí, se escribió en 2017, en realidad.
Hay algo atemporal. Como lo entiendo, vos venís a hacer algo que desde el subconsciente está. Fue el momento preciso para que eso se pudiera contextualizar. Los synthes que usás para evocar esta cumbia, esta nostalgia, este folclore, la saudade puesta en otro lenguaje es eso. Son cosas que, de alguna forma, estuviste expuesto y llegan a este momento específico en donde necesitás exteriorizarlas así. Ejecutarlo así.
Saudade, sí. ‘De alguna forma tuviste que haber estado expuesto’. Mirá cómo lo dijiste, qué claridad. No es lo mismo que yo agarre y te diga, ‘estoy en el bar con los pibas acá, no sé qué’. Hay mucho del mucho de la música urbana que es demasiado literal. Tiene una poesía demasiado inmediata, demasiado literal.
Está hecha para gente que vos, como artista, por ahí tenés que ser el medio para que ellos vivan esa imagen. A la gente a la que le estás cantando nunca se va a subir a un Ferrari ni a un Bugatti ni nada de eso. Es lo más probable. En mi caso, es como que si viviste en ese código del que estás hablando, lo vas a entender y te va a tocar alguna fibra. Sino, te va a parecer una música hecha medio sin ganas (risas).
Hay música que la entendés o no y está bien. Es para vos o no, sin tanta vuelta.
Hace mucho que no hablo ni pienso de Chico Chico. Estoy haciendo la música de ahora, lo que viene después. Ahora que lo abrí, que lo estoy mirando, que estamos hablando de eso, ‘Pedro Méndez’ fue como un chiste. A uno de mis amigos fue el que le pareció la mejor canción. Por alguna razón lo tomé como un indicador de algo porque me gustó con la inocencia con la que me dijo, ‘ese es tu mejor tema, loco’. Bueno, si vos decís. Me gustaba cómo sonaba.
‘Rocarmora’ era lo mismo, la misma clave, pero más profundo. Pintaba otra imagen. Hay palabras y cosas muy locales, muy de ahí. El audio de WhatsApp, ‘Príncipe’ es el tipo que cuida ‘El Gauchito Gil’, donde nosotros paramos. Él vive solo en la ruta, en una choza, de techo de tapa, solo, con unos perros. Habla en un idioma rarísimo. Un amigo mío lo conoce. Inventa palabras y mi amigo, que está más loco que él, fue, lo agarró con el celular y le dijo, ‘mandale un mensaje a tal’, el otro, ‘ayuwipi’. Cualquier cosa, no quiere decir nada. Es un idioma que inventa él.
‘Mi pésame por tu abuelita’. Es verdad, se había muerto la abuela de JONA. ‘Un beso en el corazón’. Escuchá lo que dijo, ‘un beso en el corazón’. ¿Quién dice eso? Es una hermosura. ‘Un beso en el corazón a la nena que está por salir’. No por nacer, por salir, encima. Re desubicado (risas). ‘El Príncipe’, firma, al final del audio. Él se hace llamar así. Eso a mí me parecía una locura.
‘Bonito Dia’ se grabó estando solo en casa. Puse el micrófono bajo el Sol, en el patio. Se escuchan los pajaritos. Fui y la grabé. El productor me la hizo grabar 3 o 4 veces más. Ninguna quedaba. Usé la del demo. Ahí estaba la magia.
Así se armó. Después le fui dando forma, cortando los bordes, ordenándolo. Este productor me ayudó a terminarlo, a que suene muy bien. Cuando hice eso, después pintó seguir escribiendo en ese código. Habían muchas canciones que no quedaron en ‘Chico Chico’. Todo eso lo hice otro álbum, que lo tengo ahora terminado, casi terminado. Todavía no salió. No sabés lo que está. Está buenísimo.
Si estás enfrente de una puerta, tocás el timbre, ¿quién te abre?
Te diría Manu Chao. Siento que ni siquiera tiene que venir a abrirme él la puerta. Ya con lo que hizo me dio tanto, le agradezco tanto las herramientas que, a través de su creatividad, yo pude conseguir, trasladar a mi propio lenguaje. Andrés Calamaro me gustaría compartir algo antes de que se vuelva más loco. El Pucho. Me re gusta lo que está haciendo C. Tanga.
La reivindicación de lo español.
Qué bien que estuvo.
Va por ahí. Cualquier artista que quiera hacer algo que resuene, global, tiene que irse a lo particular. No podés hacer algo global. Tenés que hacerlo desde dónde estás para que haga sentido.
Tenés razón. Por eso te decía eso, la tarea de encontrar mi propio sonido. Tenía que ver con volver a casa, de mi gente, bajar un cambio después de haber dado vueltas al mundo en esas condiciones. Yo andaba por Europa viviendo mi propia película porque me divertía eso, era más chico. De repente, nada. Todo eso maduró en otra cosa y la estoy re disfrutando ahora. Un buen viaje, un buen trip.
Una buena década.
Pues, sí. Qué buena década. Me la pasé dando vueltas. Toqué en cada lugar más loco, amiga. Te juro que yo no podía creer, ‘¿qué hacemos en Serbia?’ Con el guitarrista de Argies siempre jodíamos con eso, ‘Ilan, te hago una pregunta: ¿qué hacés en Polonia?’ De esos pueblos que ni te acordás cómo se llaman. ‘No tengo ni idea, vos me trajiste’. Nos cagábamos de risa.