Entrevistas

Isla de Caras y La Resignificación Del Principio

Argentina continúa propiciando espacios para que artistas que vienen del under trasciendan y tengan repercusiones en el exterior. Isla de Caras demuestra que una estructura cambiante es importante para generar sonidos que perduran. Esto es algo más que inusual para una banda nueva. Su frontman, Lautaro Cura, sabe que esta facilidad colaborativa es parte fundamental del éxito que han alcanzado a la fecha.

Meses después de haber lanzado un corto EP, la banda empezó a salir de gira al interior. En el 2018 se presentaron en Lollapalooza Argentina. No han parado desde entonces. Su primer disco, ‘Chango‘ fue lanzado ese mismo año. El recibimiento del material fue más que bueno por parte del público.

Hay algo muy llevadero en el sonido que propone Isla de Caras. A lo mejor la facilidad que tienen para armar estribillos y melodías melancólicas. Está todo en el uso de elementos inesperados en la estructura de sus canciones. Es esa conexión inmediata que se presenta con música que nos hace flotar. Próximos a presentarse en el Festival Marvin, charlamos con Lautaro acerca de la definición del sonido con el que iniciaron, lo nuevo que viene,  etiquetas, la importancia de las colaboraciones y el derecho a réplica.

Su nuevo sencillo, ‘Tu Forma De Decir Adiós‘, ya se encuentra disponible en plataformas.

Hay algo muy dreamy en cada canción, no importa el año del release. Las primeras canciones tenían muchos synthes más prominentes. Noto un brinco en el sonido del 2016 y 2018. 

Siempre hice culto al dream pop. Cuando no hacía música y la escuchaba, era lo que más me gustaba. Escuchaba muchísimo Craft Spells, Wild Nothing, un par más de estética dream. Después me fui para atrás, buscando si había orígenes de dream pop. ‘I’m In Love With A German Film Star’, una de las primeras canciones de ese estilo, me encanta.

Nosotros vamos y venimos. El proyecto fue y vino varias veces. Soy baterista, en realidad. Mi frustración más grande era no poder hacer canciones. El baterista no sabe de armonía ni melodía, los dos principales componentes de una canción, estribillo, estrofa. A los 18 años, antes de terminar el colegio, en el último semestre, no logro aprobar el examen de Química. Yo iba a un colegio muy difícil y estuve parado seis meses estudiando Química. Aprendí a tocar la guitarra también. Ese fue mi principio haciendo canciones. Tampoco tenía en claro qué estilo quería hacer.

Sabía toda la música que me gustaba y no sabía si quería encasillarme en algo.

Empecé Isla de Caras con Mateo Mórtola; en ese momento, él tocaba los sintetizadores en Silvestre y La Naranja. Quería sintetizadores, ‘vamos a arrancar por acá, el sonido tiene que ser más así’. Tiene que tener todo lo que yo no puedo hacer solo, la cosa más folky de cantante de Soundcloud. Había una primera necesidad de juntarme, que no tuviera que ver solamente conmigo.

Nos juntamos con Salvador Colombo, actualmente quien toca los sintetizadores de Bandalos Chinos y uno de los compositores de la banda. Es un padrino, un hermano mayor para mí, por más que tenga mi misma edad. Siempre lo veo desde la admiración. Ahí cace la primera canción que sacamos, ‘Ya Sé’. Hicimos el EP, sin Salvador ni Mateo; se fueron diversificando ellos.

Lo hicimos con mis dos partenaires, que hasta el día de hoy siguen siendo parte de la órbita de Islas: Sascha Karushima y Nicolás Teubal. Ahora viven en Berlín. Hicimos ese primer EP, ‘Todo lo Sólido Se Desvanece en el Aire’. Ese EP lo grabamos en nuestros home studios, con micrófonos de US$25. Presupuesto cero, nulo.

Pasaron cosas. Spotify eligió lo ‘Lo Que Quieras’ como canción número uno en una playlist importante que tenían ellos, ‘Energía Tropical’. De la nada, esa canción tuvo un millón y medio de plays. Nosotros éramos unos pibes que acababan de salir de la universidad con tres canciones que habían grabado en unas computadoras que ni siquiera estaban actualizadas con el software original. Nos invitaron a tocar a Córdoba, Lollapalooza. Llegó muy rápido todo.

Hubo que armar una banda para salir a tocar las canciones. En ese proceso de transformar lo que habíamos hecho en la computadora a la sala de ensayo, con personas reales tocando, se transformó todo. Algo electrónico, en especial las guitarras. Estaban, pero más al fondo, más dreamy, más reverb. Hay una canción en ese primer EP, ‘Ey’, es más balada rockera, pero igual es súper dreamy. Era una época en que la reverb me parecía el efecto con el que yo me iba a casar. Después, me pasé más al chorus.

Sigo sin entender por qué ‘Chango’ está etiquetado como algo tropical.

Me desencanté de la espacialidad. Me fui más hacia el frente. En esa trasmutación a una banda real nació ‘Chango’, nuestro primer disco. Nos encerramos diez días en ‘Los Pájaros’, un estudio en Luján. Ahora no existe más. Es un estudio medio místico. Charlie García pasó mucho tiempo ahí cuando se estaba recuperando, en el último tiempo. Tenía un olor a historia del rock nacional argentino. Había una batería eléctrica, de las primeras llegaron a Latinoamérica. La usamos para una de las canciones.

Había una especie de mitología viviente. No sabíamos ni lo que queríamos hacer ni el sonido de Caras. Los chicos no conocían las canciones, las conocieron por primera vez ahí. Fuimos a grabar a un estudio sin saber nada. Esa frescura quedó capturada perfecto. Si dicen que ‘Chango’ suena tropical es porque habían muchos instrumentos de percusión en el estudio y los grabamos para tenerlos.

No porque fuera una decisión pre-existente, ‘Isla de Caras suena tropical, ‘Chango’ va a sonar tropical’. Éramos cuatro amigos en una casa, en un estudio, con 40 grados Celsius de calor, algo de locos. Caían bichos del techo. Era una selva todo, por eso suena selvático. Era una foto del momento selvático. Esa es la primera parte del recorrido. 

Ahora que estás por estrenar el segundo disco, podés cambiar la narrativa. A nivel sonido, ¿qué viene? ¿De vuelta a los synthes?

Yo creo que este segundo disco lo que tiene no es una vuelta al anterior. Sí es reconocer lo anterior y barajar lo nuevo. Es incorporar un par de elementos que teníamos, que capaz en ‘Chango’ no estaban tan presentes o que la habíamos dejado de lado. Es re lanzar la propuesta como un abanico abierto. Hay de todo en este disco: saxofón, flauta, una 808, tres baterías reales. Es una especie de monstruo que no podría definir.

Hay una canción que son todos acordes de jazz, pero después es Mi menor y La menor. No hay tanto una especie de vuelta sino de tomar cosas que habíamos dejado y volverlas a traer y tener este abanico de definiciones. Pero, eso casi nunca es intencional. Eso es porque Nicolás Teubal, que tocaba el bajo en Islas y es uno de los más involucrados en la producción, se fue a vivir a Berlín. Sascha también. En vez de que eso fuese un problema para Islas o para mí, en particular, les dije, ‘me tomo un avión y grabamos el segundo disco ahí, los sintetizadores. Lo que podamos grabar, lo grabamos en Berlín’.

Alquilamos un estudio por Craigslist. Dos metros por dos metros cuadrados. Era un pasillito. Estaba lleno de sintetizadores por todos lados. Torres de cuatro pisos de synthes. Teníamos un solo día, tampoco teníamos tanta plata. Estábamos grabando todo, todo súper apurado.

Recuerdo quedaban quince minutos y habían dos 808s, una que estaba toda destartalada. Quedaba un ratito y dijimos, ‘programemos una batería para ‘Chica del Verano’. La metimos ahí. No es que volvemos a la electrónica porque estaba pensado, sino porque había una 808 y teníamos quince minutos, ‘¿vas a no usar una 808 si la tenés ahí, real?’ En ese sentido, nada es planeado. Si podés tomar una foto ahora, en el momento en que llegué a la línea de llegada, veo para atrás y veo todo esto.

Estoy consciente y me doy cuenta que es un poco tomar lo anterior y traerlo hacia lo que estuvimos convirtiendo.

Es el entender al subconsciente. 

Totalmente. ‘Chica del Verano’, es una canción R&B, claramente. Si vos le apagás las voces, es una canción de música electrónica. Salvo la guitarra, que te puede desorientar un poco. Los sintetizadores son Oberheim, hay un bajo de techno. No tiene ese primer look electrónico. 

Se presta para tomar esos elementos y hacer un remix, mucho más electrónico, que igual pega. 

Sí, sí. No te lo tuve ni que decir y ya lo sabés. Estamos laburando en unas versiones más electrónicas del disco para lanzar en algún momento del año. 

Creo que a ustedes les va. La banda misma te permite ir a muchos lados. Conocí a Isla de Caras por ‘1K Agujas’ de Lucía Tachetti. Veo que son muy puntuales con los feats. Hay complicidad en las vocales, principalmente. ¿Cómo se deciden por las colaboraciones que tienen? 

Creo que tiene que ser algo muy natural para mí, se dá así. Con Clara íbamos a la misma universidad, en donde circulaba todo este grupo de artistas que ni lo sabíamos en ese momento. No éramos ni amigos en ese momento, nos estábamos conociendo. Siempre supe que quería hacer algo con ella.

Teníamos esta canción lista y yo tenía muchas ganas de que ella se sumara a cantar. La invité, llegó a casa. Nos tomamos un vino. Yo tenía escrita la segunda estrofa de su participación, nada más. Pensé que eso iba a ser todo, que íbamos a cantar un estribillo entre los dos. Lo que pasó es que nos tomamos el vino entero. Ella empezó a improvisar toda una parte que yo no tenía pensada para la canción. Quedó tan bien, y fue de, ‘¿vamos a dejar de usar esto que está increíble?

Cuando ya empezás a enroscarte, dejá todo. Lo tenés que hacer lo más natural, lo más orgánico, lo más genuino posible. En ese sentido, el feat tiene que ser natural, quiero que sea real. A Vane la conocí en Ciudad de México, en una noche de juerga con amigos. Marian Ruzzi era amiga de Rosario, mi novia de ese momento. Fue súper genuino. Nos emborrachamos antes de darnos cuenta que éramos músicos, entendés. Cuando escribimos fue natural porque era casi una amiga. 

Esa canción, de hecho, la grabamos a distancia. Vanessa la grabó en su casa, en Tijuana. Espero que parezca que la grabamos juntos porque tiene esa intimidad. En ese sentido, las colaboraciones son interesantes. Ayudan a que una canción tome nuevos significados, nuevos matices. Siempre tiene que ser genuino y natural. Eso me parece que siempre se termina notando. 

La misma canción te lo pide. Sabés que hay algo más que alguien puede llegar a aportar y sino es la persona correcta, a lo mejor conoce quién.

Es también el derecho a réplica. Isla de Caras tiene a este narrador pasado de moda, medio que no se entiende si está contento, si está alegre. Es medio un perdedor encantador. A veces está bueno que alguien lo baje de esa nube de privilegio que tiene y le diga, ‘che, acá está el derecho a réplica’. En un momento de ‘Idiota’, la letra dice, ‘no me subestimes’. Bueno, igual, no me domestiques. El feat te dá ese derecho a réplica, el poder sacar a ese narrador de su ego infinito.

Lucía Tacchetti y Lautaro Cura en la grabación del vídeo para ‘1K Agujas’. Créditos: Victoria Puig.
Leo que empezó el rollout desde el 2019 con ‘Partenaire’. ¿Sentís ese material como algo lejano ya?

Un poquito, sí. Igual, justo ‘Partenaire’ es una parte central de cómo está pensado el disco. Tiene relación con otras canciones que no han salido todavía. Creo que, por los experimentos que vengo haciendo, escucho, entre conocidos y conocidas, que hace mucho sentido que forme parte del disco. Está bien que así lo sea. También pasó la pandemia y son cosas que no podemos prever. 

Seguramente para el año pasado ya tenían fechas cerradas, giras a provincia, vuelos a México.

Todo, todo, sí. Teníamos pensado volar a México, ya teníamos armado todo. Tocábamos en Niceto. Era nuestra primera fecha propia. Ya lo habíamos hecho antes, pero no alquilado el teatro para nosotros. Eso era un objetivo que nos habíamos planteado y no lo pudimos hacer. Ahora, por suerte, parece que estoy por ir a España para hacer prensa allá. Tampoco podés estar del todo seguro porque puede pasar cualquier cosa. Es bastante insólito. Hay que vivir día a día, controlar lo que uno puede controlar y lo que sucede después, medio que cruzar los dedos. 

¿Cómo lidiás sin lanzar toda esta música en un corto plazo? ¿Te genera ansiedad? 

Yo sabía que no podía sacar las canciones. Estas fueron evolucionando, transformándose. El master del disco me llegó la semana pasada. Tampoco te puedo decir, ‘las tengo listas desde hace 1 año’. Igual, tenía versiones. Los discos no se terminan, se abandonan, son como los cuentos.

Te puedo decir que quizás esta canción que tenía cierta estructura, ahora tiene otra. Si antes era una orquídea, ahora es una rosa con espinas. Capaz que sirve más que sea una rosa con espinas. Las cosas fueron creciendo.

Las canciones se transforman en organismos vivos, como nosotros.

Sí me angustiaría haberla terminado en febrero 2020, tal como está, y sacarla en el 2021. Eso sí. Por suerte, fueron sensibles a cambios y crecimiento. 

Pensé que tenían todo empaquetado, listo para salir y tuvieron que meterlo a un cajón un año completo. 

Estoy en el medio del tercer disco ya, componiendo. Llego a Europa y lo empiezo a grabar. Lo primero que hago es llamar a mis amigos de ahí y buscar un estudio. Tengo la suerte de que el mezclador y productor ‘Chango’ y este segundo disco, Matias Cella, vive a cuatro cuadras de mi casa. Es un hermano del corazón. Eso es vital para cualquier proceso creativo. La parte humana es fundamental.

No estoy hablando con alguien en la otra punta del mundo para decirle, ‘che, esa sesión que abrimos en abril…’. Simplemente, voy y le toco el timbre, ‘Mati, ¿en dónde está la computadora? ¿Me dejás grabar?’ Y voy y hago los cambios que quiero hacer. Listo. Nos amamos. 

La parte gráfica me parece igual de importante. Las tapas de los singles han estado a cargo de artistas muy diversos, diversas ¿Pensás en esa parte cuando armás una rola?

¿Si te soy sincero? No pienso en lo visual, en ningún momento, cuando hago la rola, en lo visual. Quizás es un déficit de cómo termino de concebir. No veo ese 360 cuando termino de hacer algo.

¿Qué podemos esperar para esta nueva etapa? ¿Un cortometraje? ¿Algo más inclinado a la animación? 

Lo que te puedo adelantar es que hay vídeos interesantes que saldrán juntos; lo más probable, salen junto al disco. Hay desde animación hasta filmación con nosotros, sin nosotros. Hay de todo. Estamos muy contentos de trabajar con artistas como Lucila Taba, Adrián Varela, que hizo la tapa de ‘Su Carita’. La rompió.

También trabajamos con gente de México, con Julio Horta para ‘Idiota’. También están trabajando para el vídeo. Es buenísimo trabajar con artistas de otras disciplinas, de distintos lugar, de sumar y crear todos nuevas sensibilidades. Cuando hago canciones, no pienso en eso. Es como un ejercicio de intimidad. Incluso, mío conmigo mismo. Casi que me canto a mí, a veces. Pero, no. Lo voy a intentar para la próxima. 

El ilustrador argentino Adrián Ousi Varela estuvo a cargo de la portada para el single ‘Su Carita’. Créditos: Ousi.
¿Cómo conocés a Nicolás Btesh? Veo que aparece como productor y han grabado en Estudio El Mar también.

Grabamos un montón de cosas en el estudio de Nico. Lo conozco porque, creo que, una vez yo había escrito una canción para Rosario, mi ex. Fui con Mati, que también es productor de Ro, a grabar. Era una canción para Ro y Kevin Johanssen, ‘Foto Mental’. Fuimos con Mati y Ro al estudio de Nico.

Yo ya lo tenía de nombre porque compartíamos amigos en común. Cuando lo conocí, me enamoré del estudio, de la casa, del lugar. Las voces de ‘Chango’ las grabamos en ese estudio. Después, seguimos trabajando en las canciones de este álbum. Él estuvo involucrado en la producción de este nuevo material. Nico es un músico del carajo, un productor increíble.

¿Cómo le ponés a lo que viene? ¿Qué etiqueta lleva ahora?

Es un ejercicio confesional de pop ácido, si te sirve de título. Es canción.

No soy otra cosa que un compositor de estribillos. Las estrofas me salen como estribillos, los estribillos como estribillos. Las partes armónicas me salen como estribillos.

Soy baterista, no soy demasiado sofisticado. Mi acercamiento a la composición va más de la mano de escuchar música que ir a la academia de armonía y melodía. Me sale lo que consumí. Siempre tuve un acercamiento más freak. Más allá de la infancia, que era pop, escuchaba mucho pop. Me encantaba Cristina Aguilera, amaba los temas. Los tocaba en la percusión.

Me gustaba eso latino, tocaba los temas en el bongo. Cuando empecé a tener otro recorrido musical, la música que más me gustaba era la más difícil de etiquetar. Más alien, menos convencional. Sobre todo por la gente con la que me junté a hacer música. Siempre sentí que ese era el enfoque, ‘vamos a hacer música tradicional de una manera no tradicional’. Son canciones pop, pero con sonidos rarísimos.

Una de las canciones, en vez de tener un platillo, el estribillo tiene un encendedor. Parece un truco de un payaso lo que estoy diciendo. En esa línea, hay doscientos millones de recursos que funcionan de esa manera. Hay un condimento más ácido que lo saca de eso tradicional. 

Es un buen approach porque después de varias escuchas se siguen encontrando más elementos.

Sí, de repente una percusión con delay en la cinta. Entra con efecto y sale sin efecto, esas cosas. Nos divierte. Hacemos música para divertirnos. Si las hiciéramos como oficinistas nos aburriríamos.

¿Cómo te sentiste al regresar al escenario después de este parón? ¿Hubo lágrimas?

No llegué a llorar, pero fue muy lindo. Hay algo muy loco, que yo no me había dado cuenta. Sacás un tema nuevo, lo cantás por primera vez, en vivo, y tenés ese feedback inmediato de valoración. Es muy fácil ver si la canción está buena o no. Me pasó que cuando sacamos temas en pandemia, ‘Su Carita’ e ‘Idiota’ no tuvimos feedback.

Con ‘Su Carita’ fue de tirar una especie de fuego artificial en medio de una isla en donde no había nadie. No podías ir a la casa de la gente, no podías ir con tus amigos. Entonces, cuando tocamos en Recoleta, hicimos 9 shows en una semana. Veías a la gente cantando las canciones. Yo había olvidado esto de sacar una canción y que la cante alguien por primera vez. Esa fue la imagen que te puedo decir mejor condensa esa sensación de volver a tocar. Ni lagrimee ni me emocioné, pero fue de ‘uh, me había olvidado de esto. ¡Qué bueno está!’ 

¿Cómo llegas al Festival Marvin? ¿Estrenan alguna canción nueva? ¿Qué vamos a ver en el show?

Tocamos una canción que ya conocen. Nos dá el lujo de ir con la banda completa e invitados para que sea una cosa power. Que suene como tiene que sonar. Tocamos en un teatro hermoso, así que espero que se vea de esa manera. Llegamos mejor que nunca. La banda está sonando mejor que nunca. 

¿Qué estás escuchando?

Me cansé de escuchar ‘El Madrileño’. Creo que todo el mundo. Ahora estoy mucho con el pop español. Después de ‘El Madrileño’ tuve una especie de rehab. Si era adicto a una droga, me pasé a las drogas hermanas. Estoy escuchando un par de playlists que me pasó mi amigo Fab, el manager de Lucía Tacchetti. Me pasó Sen Senra, me encanta.

Estoy escuchando cosas en aleatorio que me tira Spotify. Hay una chica que me encanta, Sofie, lanzó un álbum, ‘Cult Survivor’. El otro que escucho muchísimo es Benny Sings, que me vuelve loco. Es increíble, bárbaro. Yo quiero ser él. Soy morocho, pero quiero ser él, con sus rulos, su panza y su sonrisa.

¿Qué hacés cuando no hacés música?

Escribo muchísimo. Escribo más de lo que hago música, sinceramente. Tomo muchísimo café. Me encanta pasar tiempo tomando café. En la esquina de mi casa abrieron un bar y me la paso leyendo y tomando café. Trabajo de eso. Escribo para televisión. Ahora estoy entre proyectos.

Laboré mucho en documentales, entonces tengo toda la parte audiovisual y de escritura por otro lado. Escribo más de lo que compongo en ese momento de mi vida.

Si estás enfrente de una puerta, tocás el timbre, ¿quién te abre?

¿Últimamente? Prince. Siento que me va a tratar mal y me voy a querer arrepentir de haber contestado esto. 

Gracias a Lucas Rossetto por hacer esta entrevista una realidad.

Author Image
Martha Elisa Estrada Cortez

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