Sin Patria
Texto de: Krista Lehnhoff
Hace unas semanas me escribió una amiga del colegio. Había tomado un poco y se encontraba un poco triste. En el mensaje me preguntaba si yo pensaba que habíamos hecho lo correcto al irnos de Guatemala. La pregunta me tomó un poco desprevenida porque, aunque me he hecho esa misma pregunta miles de veces, no estaba lista para responderla.
En el 2011, varios de mis compañeros de clase y yo decidimos salir al extranjero para estudiar. No vino como sorpresa para nadie. Estudiar en uno de los colegios internacionales de este país es casi una premonición a una vida en el extranjero, por lo menos una juventud en el extranjero. Mientras la mayoría de mis compañeros decidieron salir a Francia para seguir con la educación francesa, yo decidí irme a Estados Unidos. A Nashville para ser más específica.
Por cuatro años viví y estudié rodeada de gringos. Aprendí a hablar como ellos, a pensar como ellos, y a ver la vida desde su punto de vista. No hay muchos latinos en Nashville, Tennessee. Hay menos en Vanderbilt University. Me sumergí en la cultura estadounidense y poco a poco me fui americanizando. Lo único que me delataba como extranjera era mi acento español, el cual trataba de esconder detrás del twang sureño. Mi ropa, la música que escuchaba, los libros que leía, los chistes que contaba, todo me hacía sentir como que pertenecía a este nuevo país.
Por más que trataba de encajar, al final del día, mi estatus de extranjera me seguía por todos lados. Yo estaba en Estados Unidos condicionalmente, por un tiempo limitado, y no había nada que les diera más placer que recordármelo a diario. Desde los contratos de celular a los que tenía acceso, hasta el número de horas que podía ser voluntaria, nunca iba a ser vista como una de ellos. Yo no era nada más que una invitada, y mi estadía estaba numerada.
El 8 de mayo de 2015 se acabó esa estadía. El 9 de mayo estaba en un vuelo de regreso a Guatemala, con el corazón roto y con ansiedad de pensar en lo que me deparaba el futuro.
El corazón roto no era por dejar atrás a Estados Unidos. Poco a poco me había desilusionado del sueño americano. Lo que al principio me había emocionado tanto de vivir en ese país extranjero y diferente era ahora lo que me alejaba. Nadie quiere estar en un país en el que no es bienvenido.
Los estudiantes internacionales tienen sesenta días para empacar la vida que construímos y regresar a nuestro país de origen. Recuerdo que fuimos varios a los que nos afectó el final de nuestras visas estudiantiles. Nos tocó dejar atrás la vida que habíamos creado, y nuestras opciones para hacer esa estadía permanente eran extremadamente limitadas. Los que lograban conseguir una OPT, o la visa temporal de trabajo después de la universidad, rápido realizaban que conseguir una visa fija de trabajo era casi imposible.
El sistema migratorio no está de nuestro lado, y el ser de un país como Guatemala, con una tasa de migración tan alta no ayuda. La idea de emigrar a Estados Unidos es mucho más complicada de lo que parece.
Crecer en Guatemala siendo diferente es un poco complicado. Nunca sentí que mi pieza encajaba en el rompecabezas de la sociedad. Aunque mi español está lleno de chapinismos y mis comidas favoritas son el pepián y el pollo con loroco, nunca pertenecí al club social que es Guatemala. Nunca fui de tener muchos amigos. Además de mis amigos del colegio, y algunas amigas del fútbol, no tengo muchas relaciones en el país. Nunca bailé en ninguna academia, fui sólo a un cuarto para quinto, y la única vez que fui a Plus prometí nunca regresar.
Además de mi torpeza social, tengo que agregar un apellido europeo y una cara a juego. Por mucho tiempo me sentí como impostora. Soy la cuarta o quinta generación de migrantes europeos a Guatemala. Mi familia ha estado presente en el país desde el final del siglo XIX. Mis papás, mis abuelos, y hasta mis bisabuelos fueron guatemaltecos. Tengo a Guatemala en la sangre y en el corazón, pero eso nunca me detuvo a sentirme como impostora. En un país con tanta desigualdad, mi color de piel, mi apellido, el acceso a la educación privada, y mi pasaporte europeo son privilegios que me separan del guatemalteco promedio. Pero soy guatemalteca.
Después de la universidad me mudé a Inglaterra. Llevo casi cinco años viviendo en Londres. La mayoría de mis amigos son mexicanos o ingleses. Ahora mi acento inglés tiene la entonación del inglés britanico. Otra vez me adapté a la vida de mi nuevo destino. La música que oigo, la ropa que uso, el té que tomo, todo me disfraza de una inglesa más. Y otra vez, lo único que me delata como extranjera es el pequeño acento español cuando pronuncio ciertas palabras.
Aquí encajo un poco más, pero por más que trato de camuflarme con esta nueva identidad, en el fondo siempre está ese azul y blanco que me delatan. Llevo nueve años viviendo fuera de mi país. Nunca he tenido la oportunidad de votar. No soy ni de aquí, ni de allá. Yo vivo en ese medio, deseando regresar, pero sabiendo que mi pieza no encaja.
Me identifíco muchísimo!
Mi bella sobrina! Me gustó mucho tu artículo. Pienso que nadie pertenecemos solo a un lugar, ya que la vida cambia en un segundo y no te digo geográficamente nada más…
Cada quien es único y especial y no importa donde estemos.. somos la única versión que existe en todo el planeta de nosotros mismos !
Nadie tiene más poder sobre quien eres que tú misma. Los gringos, los ingleses pueden tener la cultura que quieran pero tú sos una combinación de muchas cosas, más profundas, más sabias, más completa. Que dicha que has conocido y visto tanto! Eso nadie te lo puede quitar! En lugar de que las sociedades te dicten o absorban tu identidad, tu podes dejar huella y ser catalista en donde quiera que estes. Yo al igual que tú vivo lejos y he vivido en varios lugares, pero yo creo que el mundo es mío y no lo suficientemente grande que no pueda conquistarlo. Hay que sacarle el jugo a cada día y que sea lo que Dios quiera. Tu da lo mejor de ti, ya si las cosas cambian, pues cambian.
La vida es corta, solo tenemos una. Ya sea aquí o en la Luna, solo seamos nosotros mismos, sin nada que ocultar, ni aparentar. En cualquier lugar en donde estemos! Te quiero mucho!!!